Esta exposición se referirá a las fuentes del pensamiento de Maritain. Comenzaré por su vida misma, luego el contexto histórico en que desarrolló su trabajo intelectual, las raíces doctrinarias de su reflexión y algunos de los grandes temas que debió enfrentar.

Es difícil desvincular el pensamiento de la vida. Normalmente hay una cierta coherencia, y cuando ésta no existe, por ejemplo cuando se vive de una manera contradictoria con lo que se piensa, sucede que se termina pensando de la forma como se vive. O viceversa. La lógica de Kant nos lleva a la ordenada vida del maestro de Koenisberg. El existencialismo de Nietzsche nos evoca la angustiosa vidadel filósofo del Superhombre.

1. Elementos de una biografía

Nuestro filósofo proviene, junto con algunos de sus mejores amigos de juventud, de familias de intelectuales y políticos muy representativos de la Francia liberal y republicana de principios del siglo XX.

Fue educado por su madre en el protestantismo liberal, en realidad fue unjoven incrédulo, que se compromete en una temprana y breve militancia socialista. Estudia en La Sorbona, donde encuentra a una rusa, judía exiliada, Raissa Oumancoff , quien lo acompañó a lo largo de toda su vida. Ambos estudiantes de ciencias naturales y Jacques también de filosofía, viven insatisfechosdel ambiente cultural de su época, del cientificismo de sus profesores,y encuentran en E. Bergson una ayuda en su búsqueda intelectual y en L. Bloy un apoyo espiritual, que los conduce a su conversión al catolicismo en1906. Este es el hecho central de sus vidas.

Los dos jóvenes van luego a Alemania a la Universidad de Heidelberg, donde se inicia en Jacques un interés especial por la filosofía de la naturaleza. De regreso en Francia, Maritain se integra al Instituto Católico de Paris, donde funda el Círculo Tomista, que convoca entre 1922 y 1937 convenciones anuales que reúnen profesores de Suiza, Inglaterra, Bélgica y Francia. Ofrece numerosas conferencias en toda Europa y es llamado por E. Gilson a darun curso de filosofía en Canadá.

Entre Julio y Noviembre de 1936 realiza un viaje a Sud América donde dicta conferencias en Río de Janeiro, Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Montevideo. No alcanza a Chile, a pesar de que su pensamiento ha tenido en nuestro país especial repercusión.

Durante la II Guerra Mundial se exilia en EE.UU. en razón del peligro que significaba para su mujer permanecer en Francia; funda en Nueva York, con otros intelectuales exiliados, la Escuela Libre de Altos Estudios. Entre 1941 y 1944 Maritain trasmite numerosos mensajes radiofónicos desde N. York en los que rebate los puntos de vista del gobierno francés de Vichy, sometido a los alemanes, pero manteniendo su independencia respecto al movimiento gaullista de la Francia Libre. Después del conflicto, sin embargo, el General de Gaulle lo nombra Embajador de Francia ante la Santa Sede (1945-1948), cargo que acepta con reticencia pues lo apartaba de su obra propiamente filosófica. En Roma funda el Centro Cultural San Luís de Francia, que hasta hoy se mantiene en actividad.

Finalizada su misión diplomática, regresa a los EE.UU. integrándose como profesor en las Universidades de Princeton y Notre Dame, donde se relacionacon numerosos académicos, artistas e intelectuales. En 1960 a la muerte de Raissa, su siempre compañera en inquietudes espirituales y trabajo intelectual, regresa a Francia y se retira a vivir con los Pequeños Hermanos de Jesús, en Toulouse. Desde allí sigue a distancia los trabajos de Concilio Vaticano II y mantiene hasta su muerte una nutrida correspondencia con personajes de los más diversos ámbitos intelectuales, políticos y religiosos.

Esta sucinta biografía explica en parte las fuentes vitales de su pensamiento, y al mismo tiempo la influencia de Maritain en la cultura, la política y los asuntos internacionales del s. XX. Su pensamiento se conoció y discutió en los principales centros intelectuales y religiosos europeos, enseñó en los EE.UU. y su influencia se hizo notar en América Latina. Se pronunció sobre la guerra civil española y luchó con sus armas intelectuales y morales en la II guerra mundial. Impulsó la reconciliación entre la democracia y la Iglesia en los años de Pío XII e influyó en el Concilio Vaticano

Tanto sus libros como su correspondencia son estudiados aún hoy con interés. La publicación en 1986 de sus obras completas, ha permitido a los estudiosos un acceso muy amplio a su trabajo intelectual1.

2. El contexto histórico

Tanto las raíces familiares como su educación ubican a nuestro filósofo en la Francia republicana surgida de la Revolución de 1789. Los ideales revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad se habían dado en un contexto anticlerical, originado en la alianza del Trono y el Altar propia del Antiguo Régimen, y la revolución misma – tan significativa para el cambio político-social – había sido también un derroche de sangre. Después de la breve Restauración monárquica y del período napoleónico, el país había evolucionado hacia una democracia progresiva, de fuerte carácter laico, racionalista y cientificista. Lo religioso se había desvalorizado y la Iglesia católica no llevaba la voz cantante en la sociedad.

En general en Europa el proceso había seguido una evolución parecida y los sectores herederos de la Reforma protestante tenían ganada su influencia. La oleada revolucionaria de 1848, año de la publicación del Manifiesto Comunista, había empujado a muchos sectores eclesiásticos al temor al liberalismo, al socialismo y al positivismo racionalista, y estaban obsesionados por la llamada «cuestión romana». En la península itálica, la unidad italiana se había llevado a cabo en contradicción con la Santa Sede, que no había aceptado desprenderse voluntariamente de los Estados Pontificios. El Papa se había declarado «prisionero en el Vaticano», rechazando el nuevo régimen republicano, situación que duró hasta que Mussolini y Pio XI suscribieron los Tratados de Letrán de 1929, que reconocieron a la Iglesia la soberanía de la Ciudad del Vaticano.

Si bien León XIII se había ocupado de reconciliar a la Iglesia con la cultura moderna, abriéndose a la evolución social y política, posteriormente Pío IX había condenado toda modernidad en el famoso documento Syllabus errorum modernorum. En sectores católicos se vivía una cierta nostalgia de la Edad Media, y en general la Iglesia no se percibía cercana a la democracia en sus encíclicas y textos magistrales. Se debió esperar al término de la guerra mundial, para que Pío XII, en su famosa alocución de Navidad del 48, reconciliara a la Iglesia con la democracia.

En este contexto, es fácil comprender que para Maritain su conversión religiosa lo puso en contradicción con sus raíces, hasta que se produjo en él también una verdadera conversión intelectual. Su nueva posición espiritual lo lleva inicialmente a rechazar el contexto de izquierda francesa en que había vivido, completamente laico y cientificista, y al mismo tiempo a la derecha conservadora y burguesa de su tiempo.

En una exposición muy posterior, pronunciada en Nueva York durante su exilio, Maritain se refirió «al cruel malentendido que desde mucho tiempo ha atormentado la conciencia francesa, que se debate entre una tradición cristiana muy seguido confundida con una política reaccionaria, y una tradición revolucionaria demasiado seguido confundida con una filosofía destructora de la vida»2. Se refería al mismo conflicto que el filósofo percibió en los años de sus inicios intelectuales.

Quizás como es natural en un convertido, el joven filósofo asume en sus primeros escritos (Antimoderne) una actitud algo intransigente, subrayando el fundamento monolítico del catolicismo, su inmutabilidad, un bloque que se acepta o rechaza en su totalidad. Esto es notorio también en su crítica a Lutero, Descartes y Rousseau, en su libro sobre los Tres Reformadores.

En esta etapa Maritain se siente algo cercano a esa escuela de extrema derecha que fue la Acción Francesa, hasta la condena de Pío XI a Charles Maurras. La consigna : «Lo primero, la política» de este último, es pronto contradicha por Maritain en su opúsculo que titula justamente «Primacía de lo espiritual».

3. Su apertura a la modernidad

Desde el tiempo de su Antimoderne hasta la crítica encendida a los Tres Reformadores, Maritain evoluciona progresivamente hacia una actitud menos polémica, prestando mayor atención a una modernidad a la que reconoce aspectos positivos pero quiere purificar de sus errores, como dirá en el prefacio de Humanismo Integral.

Es entonces cuando comienza a elaborar su doctrina acerca de la cultura y la civilización. Ya se ha convertido en un especialista en la filosofía tomista, pero más que comentar el pensamiento del llamado Doctor Angélico, busca en los conceptos básicos del tomismo una forma de esclarecer los problemas de su época. De allí en adelante su pensamiento es el de un filósofo católico, que adopta esa filosofía, cuyas raíces – como lo sabemos – no son solo la fe católica sino el pensamiento aristotélico, y desde esa base intelectual, se abre a la modernidad.

Se preocupa de renovar la filosofía del realismo tomista en lo que llamó un realismo crítico, opuesto al idealismo que construye un mundo en que solo existe aquello que es pensado. Hace un importante aporte al esclarecimiento de la relación entre la filosofía y la ciencia y entre la fe y la razón.

De hecho, Maritain no pretendió ser el fundador de una escuela o corriente filosófica, como Kant, Hegel o Marx. Esto constituye su humildad, pero también su grandeza, pues no fue un mero expositor, con su trabajo intelectual abrió campos del saber, generó una reflexión sobre la cultura, la ciencia y la política de su época.

Cada vez que se enfocó en un tema, no solo recogió la tradición, el fondo histórico de los tiempos, la posición doctrinaria del catolicismo, sino que también dio a esa armazón teológica, filosófica y social, una renovación, una adecuación al momento y una proyección de futuro. En ese sentido puede afirmarse que fue un revolucionario. En lo intelectual pero también en sus actitudes. Cada vez que las causas de la Humanidad exigieron su testimonio, estuvo presente. Así, durante la II guerra mundial fue un activista, un expositor de las ideas de libertad.

4. Un humanismo integral

Maritain afirmaba un «humanismo de la Encarnación», en que la espiritualidad se sume en la realidad, y en que la realidad, por eso mismo, pasa por lo espiritual. Tal cosa representa un principio fundamental del cristianismo: la trascendencia que no abandona jamás lo real.

En su libro El crepúsculo de la civilización afirma que «entre el movimiento vertical hacia la vida eterna que nace y empieza en este mundo, y el movimiento horizontal en el que se revelan gradualmente las sustancias de las fuerzas creadoras del hombre en la historia, no hay para que escoger o sacrificar uno al otro. Esos dos movimientos deben ser perseguidos simultáneamente y el segundo, el movimiento horizontal de progresión histórica, no se realiza si no se junta de un manera vital con el primero, con el movimiento vertical hacia la vida eterna; porque este segundo movimiento, el horizontal, poseyendo finalidades propias en lo temporal y tendiendo a mejorar las condiciones del hombre en la tierra, prepara no obstante, el reino de Dios en la historia, el cual tanto para el individuo como para toda la humanidad es algo que se encuentra más allá de la historia»3.

Lo espiritual se funde con lo temporal, sin ser lo mismo. Pero muchos piensan lo espiritual como algo que no pasa por lo temporal. El creyente se comunicaría privadamente con Dios sin necesitar del mundo. Tendría miedo de mancharse en el mundo. Maritain afirma que hay que hacerlo, hay que entrar en la realidad, y no eludirla refugiándose en lo espiritual.

De hecho Maritain realiza una validación de lo temporal, que no necesita depender de lo espiritual hasta el grado que lo prive de toda existencia propia. Ahí está su concepto de la autonomía de lo temporal.

La doctrina filosófica en que se basa Maritain es la de un teólogo de fines de la Edad Media; pero trabaja sobre esa tradición filosófica, demostrando que ciertos principios o ciertas adecuaciones tienen valor para esclarecer los problemas de nuestro tiempo

Por ejemplo, Santo Tomás no escribió nunca sobre historia, no hizo una Filosofía de la Historia. Maritain, por el contrario, del concepto de analogía, propio de la Lógica y Ontología, deduce una Filosofía de la Historia. Plantea que la historia no es siempre unívoca, que es algo que se realiza y se sucede, por lo que el concepto de cristiandad, por ejemplo, no tiene siempre el mismo significado. Eso le permite trabajar para una civilización cristiana, sin tener que volverse al pasado, y sin que la civilización que se pueda construir hoy sea la única posible en el futuro. Las formas serán diferentes, el fundamento profundo es lo que vale.

Todas las tendencias conservadoras, en el mundo, no han pensado analógicamente, sino unívocamente: las cosas se dan de una sola manera, y, de hecho hay que luchar y vivir en ellas, aunque estén muertas.

El hombre está siempre luchando por la libertad, pero la forma en que su voluntad se realiza evidentemente tiene limitaciones en el tiempo y en el espacio. Eso explica que el ser humano sea una causa de la historia. El hombre es libre, ha sostenido siempre la doctrina católica. Maritan añade: es libre pero puede estar condicionado hasta tal punto que parezca que su libertad ha desaparecido, y eso puede durar siglos.

En Maritain hay toda una reflexión sobre los ideales humanos actuando en el tiempo, una reflexión sobre filosofía de la historia. Sale al paso de las utopías meramente voluntaristas, pero valoriza la lucha por ideales concretos, que se dan en etapas, en horizontes históricos determinados.

En este sentido, para el filósofo el ser humano puede romper los determinismos, hay en él una chispa que lo impulsa hacia delante.

5. Frente a dos concepciones opuestas

Se encuentra también nuestro filósofo en el contexto de la guerra fría, cuya característica principal fue la confrontación entre dos concepciones de sociedad diametralmente opuestas, el liberalismo y el marxismo. Ya en 1935 había escrito su Carta sobre la Independencia, en la que precisaba la actitud del filósofo frente a la historia. «No existe solo la filosofía especulativa, hay también una filosofía práctica, y creo que ésta debe descender hasta el límite extremo en que la conciencia filosófica toca la acción»4.

El lugar del filósofo está fuera de los partidos, cualquiera éstos sean, su independencia frente a la acción inmediata debe resguardarse, ya que ésta exige una parte considerable de técnica y arte. Pero esta independencia es todo lo contrario de la evasión o de la fuga, porque «el filósofo tiene utilidad para los hombres si permanece como tal»5. Pero desde una posición estrictamente filosófica enfrenta las concepciones de la época.

La doctrina liberal supone que los hombres se enfrentan los unos a los otros según sus intereses individuales y no deben preocuparse de lo que suceda, porque todo obedecerá automáticamente a las leyes económicas y así se obtendrá la felicidad posible.

El liberalismo no trata el problema del choque entre el poder social y el individuo. Se reconocen derechos individuales, pero no se resuelve el problema del choque entre los derechos de unos y otros. Con lo que se puede llegar fácilmente a la libertad en un aspecto y a la opresión en otro. Por ejemplo, libertad en lo político, pero coartada por un sistema de concentración económica.

Lo mismo se puede decir de la doctrina socialista. Piensa la sociedad, piensa los conflictos en la sociedad, desea transformar la sociedad, pero no dice mucho sobre la persona humana. En las constituciones de los países socialistas el tema de los derechos personales fue siempre secundario. Se dio por entendido que los derechos eran reconocidos y se estaban gozando. Todo se reducía a lo social, y el triunfo de una clase determinaba la vigencia del humanismo en una sociedad.

Maritain desarrolla el concepto clásico del hombre como persona en la sociedad de personas. El ser humano es, a la vez, individual y social. Como individuo está inserto en un grupo pero su razón de ser como individuo no puede ser explicada sino en su vinculación con otros seres humanos en la sociedad. La unidad de ambos aspectos se realiza mediante el concepto de persona que expresa la naturaleza espiritual del hombre.

Cada ser humano es persona y, al unirse con otros, en la sociedad, se realiza una vinculación recíproca en que también debe manifestarse la condición de personas. La sociedad es (o debiera ser ) una sociedad de personas. Hay pues un orden social exigido por la calidad de personas de sus componentes.

Esto jurídicamente se expresa diciendo que todo hombre tiene derechos frente a la sociedad; pero, por la misma razón, la sociedad, en cuanto constituida por personas, tiene también derechos respecto a los que la forman.

La situación se describe también por la vía del concepto de bien común. La sociedad ha de organizarse para desarrollar los derechos de la persona, lo que es lo mismo que el bien común de todas ellas. Dicha noción prima sobre la noción de individuo, ya que la primacía de los factores individuales, en cuanto pueden ir contra el bien común, afectan a la sociedad entera. Una sociedad construida sobre formas que niegan a la persona (dictadura, opresión social), implican violación a los derechos de la persona. De estos conceptos emana la doctrina de los Derechos Humanos.

El concepto liberal individualista de ser humano carece del concepto de bien común, y por ende no tiene posición frente al conflicto entre la sociedad y la persona individual.

Para el socialismo clásico, a su vez, el factor que hace presente el hecho de ser el hombre un ser social, explica toda la realidad humana, y no deja lugar a la naturaleza espiritual del hombre, base de la noción de persona. El ser humano sería una realidad explicable sólo por el determinismo de los factores biológico-social. De allí se pasa fácilmente al colectivismo económico y al totalitarismo político.

Cuando Marx habla de que en todo, lo fundamental es el factor económico, que determina lo que llama el orden superestructural, lo humano queda rebajado. Cuando Nietzsche habla del superhombre ya no es el hombre, es un ser meramente postulado, un ser humano imposible de sostenerse en la existencia, el hombre real está negado. Cuando Freud descubre el inconciente y sus seguidores pretenden generalizar su interpretación, el ser humano queda reducido a sus instintos. Cuando el neoliberalismo de nuestros días da una preponderancia absoluta a las fuerzas del mercado, incluso para reglar aspectos sociales ajenos a lo estrictamente económico, lo humano queda rebajado.

Desde su posición verdaderamente humanista, porque asume al ser humano en toda su integridad tanto material como espiritual, Maritain entiende la sociedad como una comunidad de hombres libres, pluralmente organizada, que persigue un objetivo, una tarea común. Una comunidad de personas que trabajan para lo mismo, que son compañeros en la tarea común, que no pueden ser seres antagónicos que luchan para destruirse. El ser humano, ser social por antonomasia, se realiza plenamente en la colaboración, en la relación con los demás en función del bien común. Su pensamiento, en este sentido, lo resume él mismo cuando afirma que «lo que necesitamos es una nueva solución, una solución que es, al mismo tiempo, personalista y comunitaria, una solución que entiende la sociedad humana como una organización de libertades6.

6. Validez actual de su pensamiento

Quizás muchos creerán que estamos hablando de un pensador del pasado, condicionado por el tiempo que le tocó vivir. Pero a partir de los años 70 del siglo XX comenzó a perfilarse, en el ámbito de la filosofía política y de las ciencias sociales, una nueva perspectiva de análisis. Se trata del enfoque comunitarista, caracterizado principalmente por representar una visión crítica del liberalismo. Se menciona la existencia de un neo-comunitarismo, haciendo alusión a un grupo de pensadores anglosajones, entre los que se cuentan Charles Taylor7, Alasdair Macintyre, Michael Sandel y Michael Walter.

Quienes han estudiado a estos autores, concluyen que entre las nuevas formulaciones comunitarias y el pensamiento de Maritain o de otro pensador relevante de su misma época, como Mounier por ejemplo, existen coincidencias relacionadas fundamentalmente con su concepción del ser humano, su entorno social y su vida en comunidad. Habría una estrecha vinculación entre el comunitarismo de ayer y de hoy.

Hay también divergencias, básicamente sobre la posibilidad de romper efectivamente con el liberalismo y plantear un proyecto de sociedad distinto, basado en el ideal comunitario. Maritain fue ciertamente decidido en cuanto a esa posibilidad. La propuesta actual parece apuntar más hacia un cambio cultural que permita a las personas y a los actores políticos asumir sus decisiones desde una mirada comunitaria8.

Pienso que así como detrás de Santo Tomás asomaba Aristóteles, detrás de esos autores asoma Maritain. Los grandes pensadores nunca pasan de moda. Y la personalidad del filósofo que hemos glosado siempre resultará fascinante.

Quiero terminar estas palabras citando al propio Maritain, quien al procurar autodefinirse dijo:

«¿Quién soy yo? me pregunto. ¿Un maestro? No lo creo, enseño por necesidad. ¿Un escritor? Tal vez. Espero que sí. Pero también una especie de romántico de la justicia, pronto a imaginar que la justicia y la verdad tendrán su día entre los hombres. Y, tal vez, también algo así como un buscador de vertientes que pega su oído a la tierra para escuchar el sonido escondido de las aguas y de germinaciones invisibles.»

 

Artículo de Sergio Fernández Aguayo

—————————

* Presidente del Instituto Jacques Maritain de Chile, abogado, ex diputado y embajador. Este trabajo es su Exposición en el Coloquio en la Universidad de Viña del Mar, Chile, el 28 de setiembre de 2007.

1. Jacques y Raïssa Maritain, Obras completas, Editions Saint-Paul, Paris, XV volúmenes.

2. Exposición radiofónica, N. York, 14 Julio 1943, citada por el mismo autor, en su discurso como embajador ante la Santa Sede, 14 Julio 1945, OO.CC. Vol VIII, p.1.110.

3. El crepúsculo de la civilización, Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, p. 65.

4. Obras completas, volumen VI, p. 255.

5. Idem, p. 257.

6. Confesión de Fe.

7. Filósofo canadiense, actualmente profesor de Derecho y Filosofía en la Northwestern University, Evanston, Illinois, autor de numerosas publicaciones, su compromiso investigador se centra actualmente en el rol del pensamiento espiritual en el s. XXI.

8. Ver la tesis de Paula Donoso Vergara para optar al grado de Magíster en Ciencia Política, «Revisión del concepto de persona y sociedad en cuatro autores comunitarios» , Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile.