1- El recorrido de la conversión
El 11 de junio de 1906, Jacques, Raïssa y su hermana Vera reciben el bautismo en la iglesia de San Juan Evangelista en Montmartre.
Jacques tiene 24 años y ya se ha graduado en filosofía y en ciencias en la Sorbona. Por vía materna es sobrino de Jules Favre, así como su gran amigo Ernest Psichari, también por vía materna, es sobrino de Ernest Renan. Ambos provienen de grandes familias de intelectuales y políticos, “entre las más representativas de la Francia liberal y republicana”, como escribe Raïssa en Les grandes amitiés[1].
Educado en el espíritu del protestantismo liberal, en realidad un incrédulo, Jacques prontamente se compromete en una militancia socialista y, como escribe siempre Raïssa, “estaba siempre presto a la iniciativa de una acción generosa, si la justicia o la verdad estaban implicadas»[2]. Ambos se encontraban terriblemente angustiados por el absurdo que representaba la existencia para ellos, incluso, continua Raïssa, a pesar de que “Jacques había pensado que en el largo plazo valía la pena luchar por los pobres, en contra de la esclavitud del proletariado. Esa generosidad suya le había fortalecido, pero en esa circunstancia se encontraba desesperado como yo»[3].
Jacques había encontrado Raïssa, una joven judía rusa agnóstica, ansiosa como él de hallar una respuesta a las grandes cuestiones de la vida y de la muerte. Juntos frecuentaban cursos de ciencia y de filosofía en la Sorbona que no los dejaban satisfechos: en esas enseñanzas no encontraban la respuesta a las cuestiones que se planteaban. Pronto nace una amistad, y después un amor extraordinario, cimentado también en la común búsqueda de la verdad[4].
Jacques y Raïssa, junto a Psichari, frecuentan la librería -la sede de la redacción de los «Cahiers de la Quinzaine»- de aquel personaje extraordinario que fue Peguy, también él socialista, a la búsqueda de la verdad, y adversario del historicismo y del cientificismo de la Sorbona; lugar donde tienen la ocasión de encontrarse con otros intelectuales y políticos como Sorel y Jaurés.
Peguy los conduce al Collège de France a seguir los cursos de Henry Bergson, del cual no sólo admiran “su palabra elocuente y precisa, que –escribe Raïssa- nos tenía absortos, la distracción era imposible…»[5]; palabra con la cual criticaba los prejuicios antimetafísicos de sus colegas racionalistas; pero son los cursos sobre Plotino, en cualidad de místico y de metafísico, que hablan del alma y de Dios, los que ayudan a los Maritain a no desesperar en la conquista de la verdad[6].
Mas no es el filósofo Bergson quien los introduce a la fe religiosa; es Léon Bloy, espíritu abierto al Absoluto, profeta bíblico y genio literario, quien acompaña a los Maritain, ya casados, a lo largo del itinerario de la conversión de sus corazones, la que acontece en el 1906. En ese mismo año Jacques, que ha ganado una beca, parte con Raïssa a Heidelberg, con la meta de seguir los cursos de biología de Hans Driesch, y, en aquel tiempo, incluso duda de proseguir con sus estudios filosóficos[7].
En el 1908 retornan definitivamente a París, pero Jacques no buscará un puesto como docente de filosofía, tal vez por el temor que despierta la atmósfera anticlerical en la escuela, lo que no le hubiera permitido enseñar libremente. Se ocupa así en diversos trabajos, entre ellos el de redactor de la casa editorial Hachette.
Aquellos años en Alemania, y después los primeros tiempos en París, son para Jacques un período de gran ahondamiento espiritual, vivido intensamente junto a Raïssa. Cabría hacer una reflexión particular en relación al tema de esta intimidad conyugal, de la cual hay testimonios en el bellísimo ensayo Amour et amitiés, que luego nos permitirá hacer algunas acotaciones[8].
Pasará cierto tiempo antes que Jacques retorne con intensidad a la filosofía. Será necesaria una nueva conversión, intelectual, que tiene su ápice en el descubrimiento de Tomás de Aquino, para que los Maritain salgan de sí mismos, si se puede decirlo así, y gracias al pensamiento del Aquinate, y a su confianza en la inteligencia, regresen a la filosofía y desde ella dirijan su mirada hacia los diversos campos de lo cognoscible. El amarrarse a Tomás es alimentado, no desde una espiritualidad pasiva, como en ciertas místicas, sino abierta al ser en todas sus manifestaciones.
Gracias al padre dominico Humbert Clérissac, Raïssa primero y después Jacques, en el 1910, descubren la Summa Theologica, y son deslumbrados por ella. Con el auxilio de Tomás acontece aquella que puede ser definida como la segunda conversión, la conversión intelectual. Jacques retoma confianza en la posibilidad de la inteligencia de conocer lo real y de poseer los instrumentos para desarrollar una metafísica fundada en la verdad.
En el 1913 publica su primera obra, La Philosophie Bergsonienne, y es también el año en el que comienza a enseñar filosofía en el Institut Catholique, pero también desde entonces marca su distanciamiento con su primer maestro. Maritain sostiene que la intuición bergsoniana de la verdad, en reacción frente al positivismo, corre el riesgo de permanecer todavía prisionera en el plano de la inmanencia.
En ese mismo tiempo, sin embargo, distingue en la profundidad del pensamiento de Bergson dos niveles: un bergsonismo de hecho y uno de intención, y sostiene que este último no es incompatible con el tomismo, y que se puede singularizar “extrañas correspondencias, al punto que muchas tesis de Bergson podrían ser presentadas como las refracciones y como deformaciones en espera de ciertas tesis tomistas”[9].
Más tarde, con su obra Le Docteur Angélique Maritain justifica su opción por el tomismo y su “realismo crítico»: el tomismo «no quiere retornar al Medioevo» sino que pretende “purificar el pensamiento moderno, e integrar todo el verdadero descubrimiento después de santo Tomás”; entre el tomismo y las “formas particulares de la cultura deben reinar intercambios vitales incesantes”; «la filosofía de santo Tomás es independiente en sí misma de los datos de la fe, y no depende en sus principios y en su estructura más que de la experiencia y de la razón. Sin embargo, esta filosofía, permaneciendo perfectamente diferenciada de ambas, está en comunicación vital con la sabiduría superior de la teología y con la de la contemplación[10].
Desde aquel momento Maritain se convence que su empeño debe consistir en una suerte de apostolado intelectual, el de confrontar la filosofía del ser con las corrientes contemporáneas de la metafísica, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la gnoseología, la psicología, la estética, la filosofía política, aquella de la cultura y la de la educación, la teología, la mística. No titubea en afrontar los nudos intelectuales del siglo XX.
Se puede decir que Maritain verdaderamente ha atravesado los grandes problemas de su siglo: ha sido un pensador atento a los eventos de su tiempo, un filósofo en la ciudad, un intelectual comprometido, al servicio de la verdad y de la justicia.
Esta doble conversión, espiritual e intelectual, ha causado una profunda mutación en Maritain, una especie de conversión antropológica, que le ha conferido una nueva mirada sobre el mundo (y además sobre aquello que lo trasciende), sobre el sentido de los acontecimientos y le ha conducido más allá de sus primeros intereses. Tuvo una actitud algo intransigente , en una primera fase, y más abierta a la modernidad en una segunda etapa. No hay que olvidar que Maritain es un convertido, esto se nota en su obra y, a veces, también en su lenguaje.
Con este texto quisiera puntualizar el significado de esta doble conversión; quisiera analizar brevemente el itinerario espiritual e intelectual de Jacques Maritain, al menos tal como yo lo percibo, sin ninguna pretensión de agotar el tema, y con mucha libertad, aquella libertad que se debe tener también cuando nos confrontamos con los maestros, y que Maritain mismo -me sea perdonado este parangón- ha tenido confrontándose con Tomás de Aquino. Por otra parte, frente a una obra tan vasta como la de Maritain, no siendo filósofo de profesión, sería imprudente aventurarme en todos los temas. Más bien querría reflexionar sobre algunos aspectos de su obra, más ligados al movimiento interior de su conversión, y aquellos que además han sido menos profundizados. Querría hablar de su filosofía del arte y de la filosofía de la política; de su aporte al Concilio Vaticano II; de su interés por el mundo del trabajo y por las grandes civilizaciones y religiones; al final examinaré la última etapa de su vida, cuando se retira con los Pequeños Hermanos de Jesús (la orden de Charles de Foucauld), comportamiento revelador de una cierta espiritualidad y de una cierta mística.
2- La conversión de la «generación de Agathon»
Como premisa querría encuadrar la conversión espiritual de Maritain en el contexto de las otras, frecuentes, en los años veinte y treinta, sobre las cuales se ha escrito, mas sobre las cuales se podría indagar incluso con provecho, sobre todo en Francia, y también se podría explorar en otros países: Bélgica, Gran Bretaña, Suiza, Alemania… entre el año 1885 y el año 1935. Se trata de conversiones al catolicismo: un retorno a la fe de la infancia, o de otras confesiones como el protestantismo, la ortodoxia, el judaísmo, e incluso el islamismo; otra vez se trata de un distanciamiento respecto del ateísmo. Un historiador francés, Frédéric Gougelot[11], ha analizado el tema en profundidad, examinando los casos de 136 convertidos, muchas veces jóvenes, y llega a delinear un movimiento general, con tipología bastante precisa, entre el 1885 y el 1935, mientras que antes y después de esos años, las conversiones son raras y no pertenecen a un conjunto en el cual se noten influencias recíprocas importantes. Se trata de intelectuales, artistas, escritores, poetas, filósofos, mientras que parecen encontrarse pocos casos entre los científicos, quizá porque no se ha investigado mucho en este sector. En este movimiento se pueden distinguir al menos dos fases principales: la primera se inicia precisamente en el 1885, y llega a su ápice con el inicio de la primera guerra mundial; entonces se produce un agotamiento e interrupción de esas conversiones, y luego se inicia una segunda fase, a fines de los años veinte, que se prolonga hasta la mitad de los años treinta.
Esta primera fase puede ser dividida en tres momentos, aquel de los “precursores”, de 1886 a 1894, que está caracterizada por la ruptura con el positivismo y con algunas escuelas literarias, como el romanticismo y el naturalismo. Sus exponentes principales son Claudel, de Foucauld y Huysmans, que, por su parte, operan como “convertidores” de aquellos que se convertirán más tarde (pero es preciso recordar el papel de tres poetas: Verlaine, Baudelaire y Rimbaud, suscitando interrogantes espirituales a fines del siglo XIX).
Entre el año 1895 y el 1904 aparecen aquellos que expresan la onda simbolista y la difusión de un sentimiento de decadencia nacional, reencontrando el gusto por el orden y la tradición de la Iglesia Católica: a este grupo pertenecen Bourget, Brunetiére, Coppée y Lemaitre. Iniciada así la ruptura con la cultura dominante, se delinea un tercer momento, entre el 1905 y el 1915, aquel de la “década feliz de la conversión, una verdadera floración”[12], de la cual habla también Raïssa en Las grandes amistades: “aquellos que eran jóvenes en el 1912” (la generación de Agathon)[13], de los cuales los nombres más conocidos son Peguy, Lotte, Psichari, Massis y los Maritain, atraídos por un ideal de fe total y en reacción frente al positivismo, pero también seducidos por cierto anti-intelectualismo, que debe mucho a Bergson. Algunos provienen de un fuerte compromiso en defensa de Dreyfus y a favor del socialismo. Hubo también un importante grupo de conversiones de guerra: en tanto religión de salvación, el catolicismo ofrece respuestas a los interrogantes sobre la vida y sobre la muerte. Entre ellos se cuentan Henry Gheon, Max Jacob, Henry Lavedan y Jean-Pierre Laurens. La adhesión al catolicismo no tomaba distancia de cierta exaltación nacionalista, hasta la adhesión a la Action Française.
Después de un período de reflujo que acontece a fines de la guerra, aparece aquello que hemos denominado la segunda fase, entre el año 1925 y el 1935, con aspiraciones espirituales comunes; nuevas experiencias estéticas y reacciones frente a la avasallante secularización. Son también los tiempos de la Acción Católica Especializada de la JOC y de la JEC, y, genéricamente visto, es también la época del surgimiento de un movimiento misionero, de renovación litúrgica y bíblica, pero también de la afirmación de un catolicismo intransigente. Se buscan nuevas formas de apologética, se intenta un arte y una novela católicos, y una filosofía cristiana. También es el momento de las conversiones que tienen una fuerte connotación filosófica, ¡incluso tomista! Escribe Gougelot: «Ese grupo del que palpita el corazón en Meudon –la casa de los Maritain-, aun no asume a Maritain, quien tiene relaciones con personas muy diferentes»[14]: En los hechos hay además otros grupos que se constituyen en torno a Claudel, Stanislas Fumet y el abad Altermann. Numerosas son las personalidades de los convertidos o en vía de serlo: Copeau, Charles du Bos, Francois Mauriac, Suzanne Bing, Julien Green, Gabriel Marcel, Cocteau, Reverdy. Se establecen redes en torno a las personalidades más influyentes, a los autores de las obras más leídas, a las revistas más en boga, y a las casas editoras y colecciones (Maritain fundará «Le Réseau d’or» que se transformará luego en «Les Îles», y apadrinará, se puede decir, a la revista «Esprit», dirigida por el filósofo personalista Emmanuel Mounier).
Anne Dilphy escribe: «El título de un libro de Jacques Maritain, Antimoderne, resume el espíritu de una generación, dicho más precisamente, resumía el espíritu de los convertidos, subrayando la fundamentación monolítica del catolicismo, su intransigencia, su inmutabilidad, en suma un bloque para aceptar o rechazar en su integralidad»[15].
En conclusión, en relación con la conversión de Maritain, uno se puede preguntar cuánto ha influido el contexto general de aquellos años. Ciertamente algunos de los convertidos, o que estaban en vías de conversión, como Bloy y Peguy; y los ambientes constituidos en torno a ellos, han ejercido una influencia progresiva en la apertura a la fe, pero la de los Maritain ha recorrido un itinerario muy personal, sea sobre el plano estrictamente espiritual (aunque Bloy, e incluso su devoción mariana jugó un papel importante) como en el intelectual (no muchos adhirieron al tomismo, sino más bien se orientaban hacia cierto espiritualismo al estilo de Maurice Blondel). De frente a esta encuesta sobre la “generación de Agathon”, la propia Raïssa Maritain escribe: «Esas conclusiones eran motivo suficiente para conmovernos; mostraban que no estábamos aislados, ni éramos animales extraños tal como nos querían caracterizar. Y el camino que habíamos seguido hacía cinco o seis años, y aunque entonces no encontrábamos entre nuestros amigos quienes nos comprendieran, muchos jóvenes iniciarían esa marcha con posterioridad…»[16].
En suma, tendría que pasar algún tiempo, tiempo de profunda reflexión personal, antes que Maritain llegara a integrar, él mismo, parte del movimiento general; y entonces llegara a ser, él también, un “convertidor”, y uno de los mayores.
3- La apertura a la modernidad estética
El tiempo de las obras maritainianas del «antimoderno» y de la crítica encendida, cuando no ácida, de los “tres reformadores” Jacques Maritain evoluciona progresivamente hacia una actitud menos polémica, prestando mayor atención al confrontarse con una modernidad a la cual le reconoce algunas verdaderas conquistas[17], a la cual, como dirá en el prefacio de Humanismo Integral, quiere purificar.
El itinerario que le conduce a su primera apertura a la modernidad se encuentra en el arte. Maritain amaba al arte en todas sus formas, y frecuentaba a los artistas. Raïssa escribe que «su cultura artística era ya a los veinte años de un nivel muy elevado, favorecida a su vez por un sentido innato por la poesía y de la belleza plástica»[18]. Pero es preciso acotar aquí que Raïssa tuvo también una influencia significativa en la obra estética de su marido, influencia sobre la cual aún no se ha indagado a fondo. En esos años Maritain trabará amistad estrecha con Rouault, Severini y Chagall.
La amistad con los poetas, escritores, músicos y pintores, y el deseo de precisar sus ideas artísticas, a menudo tributarias del idealismo y del positivismo, será una de las razones que lo conducirá a escribir Art et Scolastique[19], en el 1920, luego de La philosophie bergsonienne, por lo tanto aún en su período del “antimoderno”. A pesar de ello, en ese libro se manifiesta una gran atención al arte contemporánea que pone en paralelo con los principios de la estética escolástica; encontrando consonancias en múltiples puntos. En este campo, así como en diversos aspectos de su filosofía práctica, se ha observado que Maritain era más innovador y no permanecía tan ligado a santo Tomás como en su pensamiento metafísico.
Después de haber leído Art et Scolastique, un gran pintor impresionista, Gino Severini, escribe en su autobiografía: “Había llegado a estas conclusiones con el desarrollo lógico de mi trabajo, las intuiciones y el pensamiento, pero cuán grande fue mi alegría de encontrar en Maritain la confirmación de ciertos modos de pensar y el modo de dejarlos más en claro para mí mismo y para los otros”[20].
Hay un capítulo muy bello en el cual Maritain pone en relación el arte y la belleza, y en el cual esta última llega a ser definida como el esplendor del ser, y la intuición de la belleza artística como “una fulguración de la inteligencia sobre una materia dispuesta inteligentemente»[21], pero va más allá de la obra y del objeto mismo de la representación: la creación artística no copia a la divina, la continúa.
El tema de la intuición de la belleza se encuentra en el corazón de la estética maritainiana, y constituirá el título de su obra más importante en este campo, Creative Intuition in Art and Poetry,del 1953. En tal sentido querría recordar un episodio no muy conocido, reportado por un físico italiano, Luigi Crocco, quien trabajaba en la Nasa: después de una conferencia de Maritain sobre la intuición en el arte en el Institute for Advanced Studies de Princeton (la casa de los Maritain en Princeton recreaba en un cierto modo la atmósfera de los encuentros de Meudon, pero en Estados Unidos se añadía la participación de científicos), el célebre físico Robert Oppenheimer le pregunta a Maritain si, según él entendía, el rol de la intuición en la ciencia era como el papel que jugaba en el arte. Éste le respondió afirmativamente, añadiendo que la intuición acompaña al artista en toda su obra, mientras el científico, luego de aquella intuición inicial, intenta explicarla en un modo racional[22].
Muchas otras obras de Maritain fueron consagradas al tema del arte. Recuerdo en particular, junto a la ya citada Creative Intuition in Art and Poetry, que reunía una serie de lecciones impartidas en la National Gallery of Art de Washington, Les frontières de la poésie et autres essais (1935), libro en el cual Maritain presenta una serie de reflexiones sobre el arte, y en el cual comenta a Gide, Mauriac y a Julien Green, y, sobra todo, a Chagall, Severini y Rouault. Finalmente, en 1960, aparece The Responsability of Artist, que despliega la temática de algunas conferencias que dio en la universidad de Princeton, dedicadas a la estética y a la filosofía moral.
4- La apertura a la modernidad política
La segunda apertura en su diálogo con la modernidad, Maritain la tendrá en el campo de la reflexión política, pero no de un modo linear por una conquista progresiva, por así decirlo, sino que acontecerá de un modo traumático. Eso ocurre en la circunstancia del affaire de la Action Française, con su ruptura con Maurras, y su primado de la política, al cual Maritain antepondrá su obra de 1927, Primauté du spirituel (Primacía de lo espiritual). Se ha escrito mucho sobre este episodio y no me detendré sobre él. Sin embargo, siguiendo a Etienne Borne en uno de sus escritos sobre la filosofía política de Maritain, deseo subrayar que se trata de una ruptura purificadora, que le permite tomar en profundidad el verdadero sentido de la política, su antimaquiavelismo y la vinculación entre ética y política.
Las obras sucesivas no harán otra cosa que seguir trillando en ese surco abierto aquí, intentado “descubrir la línea de una política cristiana auténtica, y de establecer, a la luz de una filosofía de la historia y de la cultura, el verdadero significado de la inspiración democrática y de la naturaleza del nuevo humanismo que esperamos”[23], hasta llegar a Humanisme intégral del 1936, que significa la culminación de su reflexión sobre los fines y los medios de una política de inspiración cristiana. Se ha superado la cristiandad “sacra” porque se ha ingresado en una época histórica en la cual se puede realizar, con heroísmo, sólo una cristiandad “profana», que reconoce el pluralismo religioso, cultural y político, pero en el cual los valores cristianos conservan su primordial papel para que dicha cristiandad sea «personalista y comunitaria». Y los medios –Maritain insiste sobre este punto- deben ser adecuados a los fines, porque, en caso contrario, los propios fines se desnaturalizan.
Desde Humanisme intégral, durante la experiencia americana, Maritain llega a escribir El hombre y el estado, su obra maestra de filosofía política, plenamente inserto en la modernidad política, que Maritain capta y conduce hacia un cumplimiento más maduro. De esta modernidad él acepta el pluralismo, el estado, la democracia, los derechos del hombre; mas del estado rechaza la soberanía, porque ella no permite la democracia sobre el plano interno y sobre el plano de las relaciones internacionales; de la democracia repudia la dimensión individualística y burguesa, y subraya la dimensión comunitaria y valorativa (por detrás de este tránsito no está tanto Rousseau cuanto Locke); de los derechos humanos acepta los derechos políticos, pero los conjuga con los derechos sociales. A la afirmación de los derechos del hombre Maritain hará una contribución importante, durante la elaboración de la Declaración de los Derechos Humanos, aprobada en 1948. Pero Maritain va más allá de la modernidad política, planteando como hipótesis –a fines de los años cuarenta- una mundialización, no basada sobre acuerdos entre gobiernos, sino gracias al crecimiento de una sociedad política mundial. Es el tema del último capítulo de El hombre y el estado.
Volviendo al año 1936, año de la publicación de Humanismo Integral, en el contexto enardecido del Frente Popular en Francia, y del estallido de la guerra civil en España, Maritain emprende su viaje a América Latina (del 26 de julio al 7 de noviembre de 1936) en Brasil, Argentina y Uruguay; dando conferencias en ambientes diversos. Debe explicar no sólo las razones de su adhesión al tomismo, sino internarse también en el terreno político, donde debe defenderse de la acusación de liberalismo por la mirada reñida con la constitución identitaria propia del catolicismo de los años 30 (será incluso acusado de ser un filocomunista). Más tarde, frente a la guerra civil española, la posición de Maritain y de otros intelectuales europeos (Bernanos, Mauriac, Mounier, Mendizábal, Sturzo, Wickam Steed y otros) es la de no reconocer en la “cruzada” de Franco ninguna contribución, ni a la religión ni a la democracia. Muchos de ellos reunidos en el “Comité por la paz religiosa y civil”, ensayan una mediación entre los dos frentes en lucha, intentando incluso implicar a las potencias no beligerantes. En general el mundo católico se alinea masivamente con Franco, y la resistencia de los católicos vascos y catalanes, que no participan al alzamiento, no es comprendida.
Como se sabe, las posiciones del filósofo francés fueron fuertemente atacadas en muchos países latinoamericanos el año posterior a su viaje, en particular en Argentina y en Chile, pero también fueron defendidas con fuerza. Se puede recordar en este sentido lo que escribe monseñor Gustavo E. Ponferrada, en una conferencia en la Academia de Ciencias Sociales y Políticas Argentina (el 26 de noviembre de 2003): muchos ilustres filósofos europeos han venido a dar conferencias en Argentina, pero ninguno “ha dejado huellas más duraderas (que Maritain)… ha habido personajes destacados… brillaron durante un tiempo pero sin suscitar el grado de adhesión o de rechazo que mereció Maritain”.
El viaje a América Latina fue importante, no sólo porque favoreció a los defensores de una filosofía y de una política democrática contra el nacionalismo católico, el marxismo y el fascismo, sino también porque preparó, indirectamente, el surgimiento o el afirmarse ulterior de una democracia cristiana en el continente, además de establecer relaciones de amistad personal con políticos e intelectuales: Alceu Amoroso Lima, Eduardo Frei, Manuel Ordoñez, Dardo Regules, Victoria Ocampo, Rafael Pividal, Augusto Dorelli, monseñor Franceschi y otros.
Los políticos inspirados en el propio pensamiento de Maritain, darán vida más tarde, en el 1947, al Movimiento de Montevideo, que asumirá luego el nombre de Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). Es interesante ver como El Acta Final de la Reunión está en la proximidad de Humanisme intégral en la superación del capitalismo, en el rechazo del comunismo y del fascismo, en la promoción de la persona humana y de una sociedad pluralista y comunitaria. Es de resaltar que en su intervención, Frei[24] considera que el nuevo movimiento tiene como finalidad la de «promover por el estudio y la acción una verdadera democracia política, económica y cultural». «Estudio y acción», Frei recibe bien la lección de Maritain. Se puede decir que luego de la ruptura con Maurras, Maritain sostiene (y es una constante de sus escritos políticos) que la política debe estar precedida y acompañada de una adecuada reflexión filosófica. Por esto –y esto no es noto- cuando interpelado, Maritain sugerirá a sus amigos latinoamericanos que el movimiento debía mantenerse sobre el terreno cultural e intelectual, obviando por el momento el plano estrictamente político[25]. Y sabemos también que el pragmatismo en el cual caerán pronto los gobiernos europeos, con la guía democrática-cristiana en los tiempos de posguerra, causarán el progresivo alejamiento del filósofo.
Maritain no adherirá a ningún partido o grupo político vecino a sus ideas, como por ejemplo el Mouvement Républicain Populaire de la posguerra.
El filósofo se comprometerá a fondo durante la resistencia al nazismo[26], pero tampoco adherirá al movimiento de De Gaulle, y no se encontrará con él en Londres, estando en New York, donde se había retirado antes del ingreso del ejército alemán en París, adónde se había dirigido a causa de sus posiciones antifascistas y su esposa judía. Aparte de los radiomensajes de New York de los miércoles, redacta diversos ensayos con el propósito de mantener vivo el frente de la resistencia, para mantener en alto el honor de Francia, y rechazar la ambigüedad del gobierno de Vichy (sobre este punto hubo una fuerte polémica con el escritor Saint-Exupéry[27]), para puntualizar la línea de una política humanista, sobre el plano de la democracia y los derechos humanos. Tales ensayos son:À travers le désastre en el 1941, Les droits de l’homme et la loi naturelle en el 1942, Christianisme et démocratie en el 1943, À travers la victoire en el 1945, Pour la justice en el 1945. Algunos fueron publicados en la colección inaugurada por él, «Civilisation», con laÉditions de la Maison Française en New York, fundada junto con otros intelectuales francófonos; colección que albergó también escritos de Raymond Aron, Georges Gurvitch, Paul Vignaux e Yves Simon. En New York, Maritain es considerado “le plus prestigieux des intellectuels français” exilados y la “guide spiritual de la communauté des exilés”[28].
Hablando del compromiso político del filósofo francés, sería necesario profundizar mayormente el aspecto internacionalista. Habiendo publicado recientemente un libro sobre su pensamiento y acción en este campo[29], he quedado sorprendido de cuán presente esté tal aspecto. Además de los libros, los artículos y las conferencias es preciso recordar las tomas de posiciones, incluso bajo la forma de manifiestos firmados junto a otros intelectuales franceses y europeos en general.
En fin, querría retomar una convicción personal expresada en 1986, que he encontrado más tarde también en un ensayo de Bernard Doering[30]. Escribía entonces: «junto al libro We hold these truths del padre John Curtney Murray s.j., Man and the State de Maritain fue, probablemente, el texto que dio a los católicos americanos la convicción de que podían participar plenamente en la empresa democrática»[31].
5- El Concilio Vaticano II
En relación con la religión católica cabe destacar que Maritain, que no fue ciertamente un “modernista”, estuvo entre aquellos que prepararon el “aggiornamento” conciliar. De particular relevancia es la acción del filósofo antes, durante y después del Concilio Vaticano II[32]. Su contribución, como señala indirectamente en Le paysan de la Garonne en el 1966, se refiere en particular a la Constitución Conciliar «Gaudium et spes», al Esquema XIII, y a la Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae; en el mismo sentido se pueden evocar las huellas de Maritain en Nostra Aetate.
Ya en Humanisme Intégral escribe que el poder político debe garantizar el derecho a la libertad de conciencia, también sobre el plano religioso[33], y éste es uno de los temas, junto a la libertad de elección de los católicos en política, por los que recibió duros ataques de parte de la revista «Civiltà Cattolica»[34]. El cardenal Montini (el futuro Papa Pablo VI, de quien se hace amigo durante su período como embajador en el Vaticano) lo defiende en el sexto congreso internacional del apostolado de los laicos, por lo que recibe prolongados aplausos. Montini utiliza también los argumentos de Maritain en un largo pasaje de su texto: «Los juicios y los votos para un buen éxito del Concilio», remitido el 8 de mayo 1960 a la comisión pre-preparatoria del Concilio[35].
Durante el Concilio, Pablo VI consulta en muchas ocasiones a Maritain, tanto por carta como enviando a su secretario, monseñor Macchi a Tolosa, donde vivía entonces Maritain, en particular el 27 de diciembre de 1964. Como consecuencia del pedido del Papa, el filósofo redactó cuatro memorandums: Sur la verité, La liberté religieuse, L’apostolat des laïcs y Prière commune et prière privée[36]. En tales textos Maritain enfatiza la coexistencia entre el cristianismo y la democracia, respetando la verdad y la libertad en las relaciones entre el Estado y la Iglesia; afirmando el pluralismo político y la libertad religiosa como derechos de la persona.
La idea que la libertad de conciencia deriva de la dignidad misma de la persona, es defendida en el Concilio por el cardenal Journet (otro gran amigo de Maritain) en la sesión final referida a la Declaración Dignitatis Humanae, texto que se encuentra bajo la influencia próxima de Maritain, y se reconoce también, en particular, la del padre Curtney Murray. Al día siguiente de la Declaración, Pablo VI entrega al viejo filósofo, arrodillado en la escalera de San Pedro, el “Mensaje (del Concilio Vaticano II) a los hombres de pensamiento y de ciencia”, declarando: «L’Église vous est reconnaissant pour le travail de toute votre vie». Y en su primera encíclica, Populorum Progressio del 1967, Pablo VI cita Humanisme Intégral en la nota 4 del parágrafo titulado: «Hacia un humanismo planetario».
6- La atención particular al mundo del trabajo
Durante su larga existencia, Maritain fue sensible a todo aquello que provenía del mundo del trabajo, y tuvo contacto con los representantes del mundo laboral. Su ascendencia socialista ha tenido una influencia no efímera y su sensibilidad por los pobres fue incrementándose paulatinamente con el crecimiento de la fe cristiana.
En Humanisme Intégral escribe: «sea cuan graves fuesen sus errores e ilusiones, el socialismo ha sido en el siglo XIX una protesta de la conciencia humana y de sus instintos más generosos contra los males que gritaban al cielo… y ha conducido una lucha áspera y difícil, en la cual han sido profusos e innumerables los sacrificios, y fueron de la más conmovedora calidad humana: eran los sacrificios de los pobres. (El socialismo) Ha amado a los pobres. Y sólo se le puede criticar desde el punto de vista de la eficacia, permaneciendo deudor de él en múltiples puntos»[37]. Es preciso partir desde aquí para comprender lo que escribirá luego al respecto; y es preciso comprender, además, el sentido de su acción sobre el plano social. Esta pesquisa debe ser profundizada. Se sabe que Maritain fue cercano a los sindicatos cristianos en Francia y que escribió para «Masses ouvrières»; en el 1937 pronunció la conferencia de apertura del congreso de las Confederaciones Internacionales de los sindicatos cristianos en París, sobre el tema “La persona humana en general”. Por medio del padre Jacques Loew, abogado prestigioso, devenido luego fraile dominico, y uno de los primeros curas obreros, estibador en el puerto de Marsella, trabó relación con la Mission de France, y, en general, con la experiencia de estos sacerdotes comprometidos en la primera línea.
En los Estados Unidos establecerá una relación duradera con el Catholic Work Movement, conducido por Dorothy Day, una convertida de gran personalidad, que había fundado en el 1933, durante la depresión económica, unos albergues para los trabajadores pobres o desocupados. “Mientras era considerado marginal por la mayor parte de la jerarquía, este Movimiento Católico Laboral se convirtió en un centro de gran fermento y entusiasmo. Era uno de los pocos grupos católicos profundamente comprometidos con el movimiento por los derechos civiles»[38]. El filósofo tenía contactos intensos también con un sindicalista muy conocido, Saul Alinski, a quien en Le Paysan de la Garonne, llega a considerarlo incluso como uno de los tres revolucionarios de la época, junto a Eduardo Frei y a sí mismo[39].
En el libro Les droits de l’homme et la loi naturelle el filósofo distingue entre los derechos de la persona humana en cuanto tal, los derechos de la persona cívica, y los derechos de la persona operaria (esto comporta la distinción entre los derechos económicos, sociales y culturales, con particular referencia al derecho de los trabajadores), que «un nouvel âge de civilisation aura à reconnaître et à definir»[40].
En su Confession de Foi escribe: «Quien ha meditado sobre la historia del movimiento obrero comprende que el problema temporal y espiritual de la reintegración de las masas (en la sociedad y en la iglesia –nota del redactor-), es el problema central de nuestro tiempo[41].
7- El diálogo intercultural e interreligioso
Maritain mostró siempre un gran interés en el diálogo con otras culturas y religiones. En Religion et culture, de 1930, afirma que el cristianismo debe animar profundamente la cultura, sin agotarse en una forma de cultura dada: y por ello pueden darse diversas civilizaciones animadas por el mismo espíritu cristiano. Será el propio Maritain quien dará aliento a Olivier Lacombe para estudiar el hinduismo, y a Louis Gardet el islamismo. Junto a ellos, a Meudon, en los célebres encuentros en la casa de los Maritain, asistían el padre Vincent Lebbe (una especie de padre Ricci para la China), el padre Charles Henrion (fundador de la comunidad de monjes eremitas de Sifi Saad en Túnez a la cual adherirán también algunos amigos de Maritain, como Mercedes de Gournay). El grupo también era frecuentado por el gran islamista Louis Masignon y otros interesados en el universo de las grandes religiones. Jean Cocteau, en su bellísima correspondencia con Maritain, escribe cómo se convirtió en Meudon, de frente al corazón y a la cruz del hábito del padre Henrion, similar al hábito del padre Charles de Foucauld.
Es bien conocido el interés de Maritain por el judaísmo, incluso a causa de su esposa y de Leon Bloy, que había escrito Les salut par les Juifs, con quien compartía la tesis de san Pablo que el fin del mundo y el juicio universal tendrán lugar sólo después que los judíos se conviertan; tesis explícita del libro de Maritain publicado en 1938, titulado Los judíos entre las naciones.
Menos conocida es la atracción del filósofo por el Islam. Él está atento a las conversiones provenientes de esta religión hacia el catolicismo, y al retorno a la fe cristiana de algunos que han venido trayendo sus contactos con la espiritualidad musulmana y su búsqueda del absoluto. Es el caso de Ernest Psichari, Charles de Foucauld, Herbert Lyautey y Louis Massignon, quien había estudiado la obra de Hallaj, el místico musulmán crucificado en el 992 en Bagdad por defender la idea del amor de Dios en la tradición musulmana.
Sobre su conversión escribirá Massignon: “Digo que somos muchos en Francia los que hemos recibido en el desierto árabe esta atracción por parte del Islam, lo que es una gracia, que nos ha permitido que podamos reencontrar a Dios, en su Cristo, para adorar Su Trascendencia»[42].
Será precisamente el vínculo con Massignon, y de éste con Charles de Foucauld, lo que suscitará más tarde el interés de Maritain por los Pequeños Hermanos de Jesús, que se inspiraban en de Foucauld.
En su obra De l’Église du Christ de 1967, Maritain advierte cómo «elementos de la Iglesia» pueden encontrarse presentes más allá de los confines visibles de la Iglesia, en las otras religiones monoteístas, como el Islam y el Judaísmo; estos elementos se encuentran también en las grandes religiones de Oriente, como el Hinduismo y el Budismo, lo cual facilita mucho la posibilidad de un diálogo interreligioso.
8- El retiro entre los Pequeños Hermanos de Jesús en Tolosa
Después de la muerte de Raïssa en el año 1961, Maritain se retira a los ochenta años a Tolosa, acogido entre los Pequeños Hermanos de Jesús. El filósofo se sentía atraído profundamente por la espiritualidad de esta familia religiosa, cuyos miembros no se retiran en conventos, sino que habitan plenamente inmersos en el mundo; viven en los barrios más pobres de las megalópolis, y en las zonas más abandonadas de la tierra; con un particular compromiso hacia el mundo del trabajo y el diálogo con el Islam. Pequeños Hermanos de Jesús buscan realizar la “contemplación en la calle”; pero, por otra parte, permanecen profundamente ligados al desierto, tomando modelo de la vida oculta de Jesús de Nazaret.
En este sentido tampoco se puede olvidar la influencia de las corrientes místicas en la vida y en la obra de Maritain; en particular hay que referirse a San Juan de la Cruz y a Teresa de Ávila, pero también la devoción por la Virgen de La Salette, su relación con los dominicos, los carmelitas y los benedictinos: en suma, Santo Tomás en perspectiva mística.
Juntos, Jacques y Raïssa han escrito De la vie d’oraison (1922) y la Liturgie et contemplation (1959).
Antes de retirarse a Tolosa, Maritain realiza un último viaje a los Estados Unidos. Desea recoger sus cartas y visitar al monje Thomas Merton, en la abadía de Getsemaní, en Kentucky, con quien está ligado por una gran y entrañable amistad, y con quien comparte muchas opiniones sobre la mística, la iglesia y la política (ambos son categóricos defensores de la no violencia de inspiración gandhiana)[43].
Pequeños Hermanos de Jesús, Maritain continuarà trabajando no obstante su avanzada edad (escribirá Les Paysan de la Garonne y otros libros) y mantendrá relaciones con el papa Pablo VI, quien lo consulta en muchas ocasiones durante el Concilio. Pronuncia pequeñas conferencias a la comunidad y, en una de éstas, el filósofo critica que el capitalismo persiga sólo el lucro e imaginará un mundo sin dinero[44].
Durante este período edita también los escritos de su esposa, como el comentario al Padre Nuestro encontrado entre sus cartas, Raïssa observa que rezando por tener nuestro pan cotidiano, rezamos por todos los pobres y los hambrientos del mundo, a causa de nuestro egoísmo, por culpa de nuestras omisiones, de nuestro egoísmo de clase, de casta, de nación, de civilización, porque no hemos buscado el Reino de Dios; porque “a aquellos que buscan primero el reino de Dios todo el resto les será dado por añadidura[45].
Creo que al concluir esta larga vida, embargado por un gran compromiso, se pude decir que él sí ha buscado verdaderamente el Reino de Dios, el reino del amor.
Roberto Papini
Secretario General del Instituto Internacional Jacques Maritain
Profesor a la LUMSA (Roma)
[1] R. Maritain, Les grandes amitiés: I. Souvenirs, New York, Éditions de la Maison Française, 1941 (cfr. Jacques et Raïssa Maritain, Oeuvres complètes, vol. XIV, pp. 668, Éditions Universitaires Fribourg, Suisse-Éditions Saint-Paul, Paris) y Les grandes amitiés: II. Les aventures de la grâce, New York, Éditions de la Maison Française, 1944 (Oeuvres complètes, vol. XVI, pp. 811-1083); trad. it., I grandi amici, Milano, Vita e Pensiero, 1956, p. 50; J.-L. Barré, Jacques et Raïssa Maritain: les mendiants du ciel, Paris, Stock, 1995; N. Possenti Ghiglia, I tre Maritain, Milano, Ancora, 2000 ; R. McInerny, The Very Rich Hours of Maritain. A Spiritual Life, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 2003; J. Dougherty, Jacques Maritain: An Intellectual Profile, Washington, D.C., Catholic University of America Press, 2003.
[2] R. Maritain, op. cit., p. 663.
[3] Ibidem, p. 692.
[4] Sobre la conversión de los Maritain, cfr. R. Maritain, Les grandes amitiés, op. cit. y R. Maritain, Récit de ma conversion (1909), editado por J. Maritain, Paris, Desclée de Brouwer, 1962 (O.C., vol. XV, pp. 827-838).
[5] R. Maritain, Les grandes amitiés, op. cit., O.C., vol. XIV, p. 699.
[6] Ibidem, pp. 82-84.
[7] P. Viotto, Jacques Maritain. Dizionario delle opere, Roma, Città Nuova, 2003.
[8] J. Maritain, Approches sans entraves, Paris, Bayard, 1973 (O.C., vol XIII, pp. 701-754).
[9] J. Maritain, La philosophie bergsonienne: études critiques, Paris, Marcel Rivière, 1913 (O.C., vol. I, p. 473).
[10] J. Maritain, Le docteur Angélique, Paris, Hartmann, 1929 (O.C., vol. IV, p. 25).
[11] F. Gougelot, La conversion des intellectuels au catholicisme en France. 1885-1935, Paris, CNRS Éditions, 1988.
[12] Ibidem, p. 27.
[13] R. Maritain, Les grandes amitiés, op. cit., O.C., vol. XIV, pp. 957-985. Raïssa se refiere a una encuesta realizada en 1912 entre los jóvenes intelectuales de la época, en la que se les preguntaba por su tendencia ideológica; este trabajo fue publicada en “L’opinion” bajo el pseudónimo “Agathon”.
[14] F. Gougelot, op. cit., p. 45.
[15] A. Dulphy, Isabelle Rivière et son temps, “BAJRAF”, n. 55, 2° trimestre 1990, p. 39, citado en Gougelot, op. cit., p. 45.
[16] R. Maritain, Les grandes amitiés, op. cit., O.C., vol. XIV, p. 960.
[17] Cfr. M. Bressolette et R. Mougel, Jacques Maritain face à la modernité, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1995.
[18] R. Maritain, op. cit., O.C., vol. XIV, p. 663.
[19] B. Doering recuerda que el primer libro de Maritain traducido al inglés, Art and Scolasticisme, inspiró “a passionate interest in European Catholic art and culture and in the Authors of French Catholic Literary Revival”, cfr. Between Europe and the United States.Jacques Maritain, John Lafarge, s.j. and John Courtnay Murray, s.j., in “Notes et Documents”, n. 3, Octobre-Décembre 2005, p. 55.
[20] Gino Severini, Du cubisme au classicisme: esthétique du compas et du nombre, Paris, J. Povolozky, 1921.
[21] J. Maritain, Art et Scolastique, Paris, Librairie de l’Art Catholique, 1920 (O.C., vol. I, p. 643).
[22] Cfr. J.-F. Nothomb, Entrevue avec le professeur Luigi Crocco, “Notes et Documents”, n. 8, Octobre-Décembre 1984, p. 31-34. Propio en aquellos años, en el prestigioso Instituto de Princeton, se discutía sobre los efectos devastadores de la bomba atómica, pero también se ponderaban las positivas y revolucionarias transformaciones que la energía atómica aportaba a la vida cotidiana, y Maritain era sensible a tales debates. Oppenheimer, luego de haber dirigido el Proyecto Manhatan, se rehusó a continuar en la investigación sobre la bomba H, y se retiró a Princeton, donde le ofrecieron la responsabilidad de dicho Instituto.
[23] R. Maritain, Les grandes amitiés, op. cit., O.C., vol. XIV, p. 978.
[24] E. Frei, Sentido, Misión y Espíritu de la Reunión de Montevideo, in “Política y Espíritu” (Santiago de Chile), n. 22, Mayo 1947, p. 163.
[25] Cfr. Olivier Compagnon, Jacques Maritain et l’Amérique du Sud. Le modèle malgré lui, Villeneuve d’Ascq, Presses Universitaires du Septentrion, 2003, pp. 264-269.
[26] Cfr. M. Fourcade, Maritain et l’Europe en exil e Maritain inspirateur de la résistence, “Cahiers Jacques Mariain”, n. 28 (1994) y n. 32 (1996).
[27] Cfr. Emmanuelle Luyer, Paris à New York. Intellectuels et artistes français à Manhattan. 1940-1947, Paris, Grasset, 2005, pp. 103-106.
[28] Joffrey Mehlman, Émigrés à New York. Les intellectuels français à Manhattan. 1940-1944, Paris, Albin Michel, 2005, pp. 123 y 184.
[29] L. Bonanate y R. Papini, La democrazia internazionale. Un’introduzione al pensiero politico di Jacques Maritain, Bologna, Il Mulino, 2006.
[30] B. Doering, L’héritage américain de Jacques Maritain, en M. Bressolette y R. Mougel, op. cit., pp. 195-196.
[31] R. Papini, Da “Umanesimo integrale” a “L’uomo e lo Stato”, en A. Danese (ed.), La questione personalista, Roma, Città Nuova, 1986, también en L. Bonanate y R. Papini, op. cit., p. 61.
[32] R. Papini y P. Viotto, Jacques Maritain et le Concile Vatican II, “Notes et Documents”, n. 3, Octobre-Décembre 2005, pp. 44-54.
[33] J. Maritain, Humanisme intégral, Paris, Fernand Aubier, 1936 (O.C., vol. VI, pp. 486-487).
[34] A. Messineo, Soggettivismo e libertà religiosa, “La Civiltà Cattolica”, 1 luglio 1950 y L’umanesimo integrale, “La Civiltà Cattolica”, 15 settembre 1956, pp. 449-463. Jean-Dominique Durand comenta este segundo artículo en La grande attaque de 1956, en “Cahiers Jacques Maritain”, n. 30, Juin 1995, pp. 2-31; publica además con un largo comentario en “Notes et Documents” n. 2, Mai-Septembre 2005, pp. 34-61 el segundo artículo de Messineo, que no apareció en “La Civiltà Cattolica” porque fue blocado por Pío XII.
[35] Cfr. “Notiziario dell’Istituto Paolo VI”, n. 6, paggio 1983, pp. 41-52.
[36] J. Maritain, Quatre mémorandums, inédits, mars 1965, O.C., vol. XVI, pp. 1086-1130.
[37] J. Maritain, Humanisme intégral, trad. it., Roma, Studium, 1946, p. 122.
[38] J. Forest, Prefazione, en Th. Merton, La pace nell’era postcristiana, Magnaro, Edizioni Qiqajon, 2005, p. 7. Sobre D. Day, cfr. M. D. Miller, All is Grace. The Spirituality of Dorothy Day, Garden City, New York, Doubleday and Co., 1987.
[39] Cfr. B. Doering (ed.), The Philosopher and the Provocateur, Notre Dame, Notre Dame University Press, 1994.
[40] J. Maritain, Christianisme et Démocratie suivi de Les droits de l’homme, Paris, Desclée de Bouwer, 2005, pp. 187-198.
[41] J. Maritain, Confession de foi, O.C., vol. XI, p. 39.
[42] L. Massignon, “Du signe marial” (1948), Louis Massignon. Mystique en dialogue, en “Questions de”, n. 90, 1992, p. 53.
[43] El Instituto Internacional Jacques Maritain organizó un seminario en la abadía en la que vivía Thomas Merton. Las actas de tal encuentro fueron publicadas en Contemplazione e ricerca spirituale. La proposta di Merton e Maritain, Milano, Massimo, 1984.
[44] J. Maritain, La seule révolution sociale vraiment radicale. Une société sans argent, O.C., vol. XVI, p. 1152.[45] J. Maritain, op. cit., O.C., vol. XV, p. 104.