Por Sergio González [1]

Nuestra finalidad, al abordar esta temática, está dirigida a detenernos a pensar acerca de la importancia que significa poder clarificar la relación directa entre libertad y responsabilidad sobre todo cuando el destinatario de las acciones es una persona humana[2].

Las dos principales fuentes bibliográficas a las que nos hemos remitido para elaborar esta Ponencia son por un lado la obra principal del filósofo Hans Jonas y por otro el trabajo realizado por el dr. Leonardo Pucheta[3]en torno a la relación de este principio con la Bioética de corte personalista.

Por tal motivo, primeramente nos detendremos en analizar algunos conceptos substanciales en torno a lo denominado por Jonas “Principio de responsabilidad” para en un segundo momento abordar la relación entre este principio y la bioética personalista, ontológicamente fundada.

Parte I: Principio de Responsabilidad

Mucho se ha escrito sobre los adelantos tecno-científicos alcanzados en el siglo XX y los que se están desarrollando en el siglo XXI. Al respecto muchos especialistas sostienen: “poseemos conocimiento científico y capacidad tecnológica, sin embargo no tenemos la mínima noción de cómo utilizarlos, siendo que la crisis de nuestra era es la de haber adquirido un poder inesperado que debemos usar en medio del caos de un mundo postradicional, postcristiano y postmoderno».[4] Sin pretender ser unos meros propagadores de fatalidades, sí nos parece muy importante detenernos a pensar en algunos de los conceptos profundos que los distintos autores nos comparten; la expresión “no tenemos la mínima noción de cómo utilizarlos” puede aparecer muy taxativa pero es muchas veces la misma confesión que los propios científicos hacen de sus investigaciones[5].Y es entendible en parte ya que acceder a ciertos conocimientos, no nos habilita a saber cómo utilizarlos o lo que es peor, el alcance que ellos pueden obtener sin la certeza de que sus efectos sean buenos, en sí mismos. Sostenemos enfáticamente que «no todo lo técnicamente posible es éticamente aceptable”.[6]

Ahora bien, esto no es nuevo. La moderna intervención tecnológica actual, es hija del “Nuevo Organon” baconiano: poner la naturaleza al servicio del hombre independientemente de la eticidad de los medios ni mucho menos de los fines.

El imperativo tecnológico

A partir del momento en que, de un lado, ocurrió el divorcio de la subjetividad humana reservada a la filosofía, y la objetividad del saber que es propio de la ciencia, el conocimiento científico desarrolló las tecnologías más refinadas para conocer todos los objetivos posibles, pero quedó totalmente ajeno a la subjetividad humana. Se volvió ciego a la marcha de la propia ciencia, pues la ciencia no puede conocerse, no puede autoanalizarse, con los métodos que dispone hoy en día. Es lo que Morin denomina «ignorancia de la ecología de la acción»; es decir, toda acción humana, a partir del momento que tiene inicio[7], escapa de las manos del iniciante y entran en juego las múltiples interacciones propias de la sociedad, que la desvían de su objetivo y a veces le dan un destino opuesto al buscado al principio[8]. Para que haya responsabilidad, es preciso que exista un sujeto consciente. Lo que ocurre es que el imperativo tecnológico elimina la conciencia, elimina al sujeto, elimina la libertad en provecho de un determinismo de la materia.

Los binomios ciencia-tecnología, alma-cuerpo, mente-cerebro, comandan el rumbo de las investigaciones en biología, física, neurociencias y biotecnologías. La respuesta que suelen expresar a los interrogantes que le plantea la Filosofía Personalista es: «¡Estamos perdiendo tiempo con esas reflexiones filosóficas que no conducen a nada y nos impiden que nos inclinemos sobre nuestros microscopios!»; junto con Gadamer podríamos responder: «¡No es verdad! ¡Las ideas generales son vitales; la necesidad que hay de integrar nuestro saber es mucho más universal que la universalidad de las ciencias!»

Es indiscutible que hubo un avance extraordinario cuando la ciencia, en el siglo XVII se desvinculó de la religión y del Estado, creando desde entonces su propio imperativo baconiano: «conocer por conocer» sin respetar límites y gozando de total libertad.

Por todo lo dicho, el hombre no puede erigir su destino basado en un ciego orden de gran poder de transformación y destituido de valores éticos. En palabras de Jacques Maritain “Las concepciones de tipo materialista del mundo y de la vida, las filosofías que no reconocen el elemento espiritual, el elemento eterno en el hombre, son incapaces de evitar el error en la construcción de una sociedad verdaderamente humana, porque son incapaces de tener en cuenta las exigencias de la persona y, por lo mismo, de comprender la naturaleza de la sociedad “[9]

Ahora bien, lo que caracteriza el imperativo de Jonas es su orientación hacia el futuro, más exactamente hacia un futuro que ultrapase el horizonte cerrado, en el interior del cual el agente transformador pueda reparar daños causados por él, o sufrir la condena de los eventuales delitos que él haya perpetrado, tiene que ver con esta responsabilidad que tenemos con los “nuevos”, en palabras de Hannah Arendt.

Afirmaciones como las de Habermas o como por ejemplo esta de Umberto Eco: «El progreso material del mundo agudizó mi sensibilidad moral, amplió mi responsabilidad, aumentó mis posibilidades, dramatizó mi impotencia. Al hacerme más difícil ser moral, hace que yo, más responsable que mis antepasados y más consciente, sea más inmoral que ellos y mi moralidad consiste precisamente en la conciencia de mi incapacidad”[10], nos invitan a pensar si realmente esta bien argumentada esa justificación que parece más al relato de una víctima que la de un victimario.

En Bioética por ejemplo, estamos atravesados por muchos dilemas ético-morales. Algunas investigaciones en el Proyecto Genoma Humano[11], sino está presente la reflexión ética como principio, medio y fin de todas sus posibles intervenciones[12], se tornaría impracticable su estudio sin la aplicación de este principio de responsabilidad.

Por lo tanto, la responsabilidad en la ética es la articulación entre dos realidades, una subjetiva y otra objetiva. Al mismo tiempo, hay también un aspecto de descubrimiento que se revela en la acción propiamente dicha y sus consecuencias. El orden ético está presente, no como realidad visible, sino como un llamado de la voluntad que le pide ala inteligencia: prudencia. A este nuevo orden Jonas le da el nombre de Principio de Responsabilidad[13].

Parte II: Ética de la responsabilidad y Bioética

Para continuar con nuestro análisis, es importante recordar que la Bioética personalista (europea continental), en respuesta a los cuatro principios de la bioética pragmática (anglosajona), elaboró sus cuatro principios donde uno de ellos es el de Responsabilidad. Sin querer detenernos en cuestiones historiográficas si el principio elaborado por Jonas tuvo influencia en Sgreccia cuando estructuró los principios bioéticos, sí nos interesa sobremanera dejar bien en claro que así como estará siempre presente el principio de libertad (denominado “Autonomía” en la bioética pragmática), indefectiblemente lo tendrá que estar siempre el de responsabilidad.

El principio de libertad y responsabilidad de la bioética personalista según el Manual de Bioética sostiene que en este principio “se engloba el concepto de que la persona es libre, pero es libre para conseguir el bien de sí mismo y el bien de las otras personas y de todo el mundo, pues el mundo ha sido confiado a la responsabilidad humana. No puede celebrarse la libertad sin celebrar la responsabilidad. Se debe procurar una bioética de la responsabilidad frente a las otras personas, frente a sí mismo y, ante todo, a la propia vida, a la vida de los otros hombres, de los otros seres vivientes.”[14]

Siguiendo con este concepto de responsabilidad, Jonas afirma que el “programa baconiano, según el cual el saber estaría puesto al servicio del dominio de la naturaleza y el dominio de la naturaleza una utilidad para el mejoramiento de la suerte del hombre, lleva insito la amenaza del desastre y la catástrofe.”[15] Aunque esto parezca apocalíptico sólo hay que leer las últimas investigaciones que gigantes como Google, Microsoft y Amazon entre otros, están realizando en temas de biotecnologías, Inteligencia Artificial, etc.[16]

Ahora bien, por mucho tiempo, las investigaciones tecno-científicas sostenían que “el corto brazo del poder humano no exigía ningún largo brazo de un saber predictivo”[17], esto es, no se estaba obligado moralmente a dar respuesta de las acciones ya que el fin era “conocer por conocer”, progresar por el bienestar pero bajo parámetros utilitaristas y cientificistas nada más.

Jonas sostiene que a diferencia del imperativo categórico kantiano “obra de tal modo que puedas querer también que tu máxima se convierta en ley universal”, el nuevo imperativo debiera rezar “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra” u “obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivas para la futura posibilidad de esa vida.”[18]El imperativo de Jonas, que cumplió más de 20 años, se ofrece para sustituir el imperativo kantiano que ya superó los 200.

De esta manera, se nos impone reflexionar sobre los alcances de las investigaciones tecno-científicas[19] iniciadas en la segunda mitad del siglo XX para llegar a los actuales para que de alguna manera senos permita “reperfilar” la orientación de los medios pero sobre todo de los fines[20]. Al respecto nos decía Jonas:“(…) temblamos ante la desnudez de un nihilismo en el que un poder máximo va aparejado con un máximo vacío, y una máxima capacidad va aparejada con un mínimo de saber sobre ella. La cuestión es saber si podemos tener una ética sin recuperar la categoría de lo sagrado, categoría que fue totalmente destruida por la ilustración científica; una ética que pueda poner freno a esas capacidades extremas que hoy poseemos y que nos sentimos casi obligados a aumentar y ejercitar.”[21]

Si en el futuro seguirán existiendo personas humanas -lo cual dependerá de nosotros en gran parte[22]-, entonces rigen tales deberes para con ellos aunque los adelantos tecno-científico se empeñen en evolucionar hacia el “Homo Deus”[23], descartando[24]al Homo Sapiens.


[1]Por Sergio González, profesor en Filosofía, Magíster en Humanidades y Ciencias (UNVM) y especialista en Bioética(UCA), profesor Titular del Instituto Superior “María Inmaculada” (ISMI) de la ciudad de Río Cuarto.

[2] A los fines de esta Ponencia, cada vez que nos refiramos a las “Personas Humanas”, definición establecida por el nuevo Código Civil y Comercial en reemplazo a “Personas Físicas”, lo haremos simplemente con el término “Persona”.

[3]Ética de la Responsabilidad ¿una propuesta vigente para el actual escenario bioético?, UCA, Bs.As., 2018.

[4]ENGELHARDT en SIQUEIRA, J.; Acta Bioethica, 2001, año VII, nº 2.

[5]“Oppenheimer que, después de años de trabajo en un laboratorio en busca de la fisión nuclear y al observar su aplicación en Hiroshima habría señalado que en aquel momento el científico puro tomó conocimiento del pecado. Desde entonces la paz de conciencia de los científicos quedó estremecida en todos los campos de investigación. Siempre estaba presente la duda: ¿Qué puedo hacer?”(SIQUEIRA, 2001, op. cit.)¿Qué me es “lícito” hacer? Esta es la pregunta acerca de lo moral. Acerca de la ética aplicada a la vida.

[6]En este punto invitamos al lector a profundizar la relación entre lo legal (lo que la ley permite) y lo lícito (lo que la conciencia moral recta, acepta como bueno).

[7]Aristóteles dice en sus Libros de Metafísica: “Pequeño desvío al inicio del proceso, gran desvío al final del mismo”.

[8]MORIN, E.; El método: la vida de la vida. Madrid, Cátedra, 1983, en SIQUEIRA (2001), op. cit. [ Links ]

[9] MARITAIN, J.; La persona y el bien común, Cap. V “La persona y las filosofías materialistas”, Bs.As., 1947.

[10]ECO, U.; De la responsabilidad moral como producto tecnológico: diario mínimo. Barcelona: Península; 1973, en SIQUEIRA (2001), op. cit. [ Links ]

[11]Proyecto enmarcado en las investigaciones tecnocientíficas denominadas con la sigla NBIC (en referencia a la Nanotecnología, Biotecnología, tecnología de la Información y ciencias Cognitivas).

[12]SIQUEIRA, J.; Ética e tecnociencia: umaabordagem segundo o princípio da responsabilidade de Hans Jonas. Londrina: Ed. UEL; 1998. [ Links ]

[13]JONAS, H.; El Principio de Responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder; 1995.[ Links ]

[14] SGRECCIA, E.; Manual de Bioética, BAC, Madrid, 2009.

[15]JONAS, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Barcelona, Herder, pág. 231.

[16]HARARI Y.; Homo Deus, Penguin, Bs.As., 2016, págs.426-427.

[17]JONAS, op. cit., pág. 31 y ss.

[18]JONAS, op. cit., pág. 38 y ss.

[19]Recomendamos el pertinente trabajo producido por el filósofo alemán, HEIDEGGER, en “La pregunta por la técnica”, Ciencia Universitaria, Chile, 1984.

[20] “Para reinar como un demiurgo sobre la naturaleza, el hombre, en realidad, subordina su inteligencia y su vida cada vez más a necesidades no humanas, sino técnicas, y a energías de orden material, que una vez puestas en marcha por él, invaden su mismo mundo humano. Dios muere, porque el hombre materializado piensa que sólo puede ser hombre, o superhombre, si Dios no es Dios.” MATITAIN, J.; Problemas espirituales y temporales de una nueva cristiandad, Universidad Santander, 1934 (en 1936, este texto con algunos agregados formaría parte de la obra magna “Humanismo Integral”).

[21]JONAS, op. cit., pág. 58.

[22]“Si siguen las cosas por este camino, la tierra -recordamos aquí una frase del viejo Aristóteles- no será habitable más que para bestias o para dioses”. MARITAIN, op. cit.

[23]En referencia al betseller publicado por HARARI 2014, op. cit.

[24]Invitamos a leer las exposiciones que presentamos junto con el Dr. VIALE en la Jornada sobre “Cultura del Descarte”, organizadas por el Instituto Argentino Jacques Maritain, Filial Río Cuarto, en el año 2018.