Prof. Dra. María Laura Picón*

ByungChul Han, filósofo sur coreano-germano, en su libro La expulsión de lo distinto, publicado en Alemania en 2016, formula una pregunta fundamental para entender la crisis de la cultura occidental y comprender algunos fenómenos que surgen de ella: todavía ¿existe el otro?

La pregunta tiene una respuesta triste: elotro ya no existe.

Los tiempos en los que existía el otro se han ido. Elotro como misterio, el otro como seducción, el otro   como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, lanegatividad del otro deja paso a la positividad de loigual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social.[1]

Lamentablemente la negatividad del otro dio paso a la positividad de lo igual que se impone y prolifera por todas partes. Este exceso de positividad rechaza la posibilidad de lo distinto.

La negatividad es lo que permite poner límites a la mismidad, porque sin la negatividad (lo que no soy somos), nuestros gustos se igualan, y todo es lo mismo. Todos son como yo. Todos piensan como yo. Las redes sociales colaboran en la construcción de esta creencia y sólo crece. Así se pierde la riqueza que aporta la existencia de otro como distinto y en su propia mismidad, y sólo se reproduce el yo.

Un incesante loop del yo.

***

Lo igual no duele.

Lo igual anula la existencia de la realidad, anula la experiencia de lo otro y nos vuelve sordos ante el sentido. Esta tendencia a lo igual es una violencia global, que destruye, poco a poco y sutilmente, lo distinto. Nos hace creer que todo es lo mismo y que allí radica lo auténtico (autenticidadteñida del barniz  de la libertad que exime de pautas). Lo auténtico pasa a ser igual a mí mismo y a considerarnos una creación personal. Si no hay otro, no hay sujeto que me aliena y si nadie me aliena yo me alieno a mí mismo y me exploto bajo una pseudo libertad de autorrealización.

            Paradójicamente, el esfuerzo por ser auténtico y no parecerse a nadie impone una constante comparación con los demás y ese giro hace que la alteridad se convierta en igualdad.

Si hay alteridad no hay posibilidad de posesión, no se da el caso de que pueda aprovecharme del otro (económicamente, por ejemplo). Asistimos a un continuo bombardeo de pluralidad aparente, en la quesólo existe una sistemática insistencia de lo igual.

***

            La sociedad del consumo apunta a las diferencias. Pero sólo a las diferencias que puedan ser consumibles, comercializadas. Se multiplican pluralidades demercancías, objetos de deseo. La diversidad finge una alteridad inexistente.

«El imperativo de la autenticidad engendra una coerción narcisista»[2]. El narcisismo no es un sano amor a sí mismo sino egolatría. El sano amor a sí mismo incluye al otro mientras el narcisismo lo excluye. Sin el otro no hay medida.«La adicción a los selfies no tiene mucho que ver con el sano amor a sí mismo, antes bien no es otra cosa que la marca en vacío de un yo narcisista que se ha quedado solo».[3]

Al no reflejarnos en el otro, sino sólo en sí mismo – igual que la imagen del espejo – se obstaculiza un verdadero desarrollo espiritual.

La existencia de un otro supone lo extraño, lo inhóspito, lo desconocido, es decir, la negatividad que hoyse ha eliminado a la negatividad de lo extraño.

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No hay límite entre nosotros y otro, porque no hay diferencias, por lo tanto no hay umbrales para pasar, sino que todo es liso y llano. No hay objetos, porque un objeto es lo que “me presenta discrepancia” (objeción), algo que se me resiste y me contradice. Algo negativo. Si hay objeto es sólo de consumo, y el objeto de consumo- queno se presenta como negatividad-no me acusa, sólo busca agradarme, no me reprocha, no se rebela porque lo único que pretende es ser consumido. No me contraría.

Estamos en presencia de un régimen mediocrático donde el otro hombre es un cliente, un partner, sólo un medio consumible, material, útil para incrementar el aprovechamiento. La persona, con sus valores humanos, está sacrificada por la afirmación del hombre homologado, conformado por un sistema que privilegia la visión única y exclusiva, intolerante sobre todo lo que se presenta como alternativo. A la mediocridad se le imputa la injusticia de la sociedad de hoy, con su rol de irresponsabilidad que caracteriza y determina al hombre, de tal modo que no es capaz de percibirse más a sí mismo ni de estar seguro de su hacer.

El filósofo canadiense Alain Deneault dice del hombre mediocre:

(es) docto sin haber estudiado, científico sin serlo; se tilda de erudito y tiene una barba sugestiva pero jamás se quemó las pestañas con las velas del estudio; se muestra entusiasta de los libros que jamás escribió ni leyó ni ha tomado uno en sus manos; está muy despierto porque sus noches no son de desvelos y sus días son ricos de sol de gloria. En definitiva es un oráculo de la vulgaridad y, sin conocerlo ni sentirlo, están de acuerdo en llamarlo erudito.[4]

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Expulsado el otro desaparece el misterio, porque el otro me es ajeno. Entonces ¿cómo es posible el amor, sentimiento que supone la alteridad y lo distinto? El hedonismo hoy es la religión más respetada. El amor positivado se convierte en disfrute. Como reza el libro de Han La agonía de Eros:el amor se enfrenta a una ilimitada libertad de elección  y la pornografía es la metáfora del individualismo.

En este contexto el síntoma de agotamiento y decadencia es inequívoco y asistimos a una sociedad que está rota, donde desaparecida la interferencia que genera el otro, desaparecen también todas las relaciones sociales fuertes, permaneciendo sólo la forma de “cliente”. Este sujeto producto del individualismo es fácil de influir y no tiene un núcleo moral estable.

Este diagnóstico puede sonar un tanto exagerado para algunos, pero basta mirar un poco la sociedad en la que cada cual vive para identificar muchos de los aspectos antes mencionados, todos elementos de la misma maraña que confunde, entorpece y genera que la conciencia se fragmente y disuelva.

Ideología de género: el imperativo de la “deconstrucción”.

Desde la tradición hegeliana, ideología designa un conjunto de ideas ilusorias políticamente efectivas. Cualquier concepto puede ideologizarse, es decir absolutizarse, como quien mira la realidad a través de un cristal de color, ve todo de ese color y niega a los otros que ven que la realidad tiene distintos matices y colores. Es un modo de uniformar, de igualar.

En este sentido la ideología de género[5] es tal, en la medida que falsea la realidad de muchos modos, por ejemplo “liberando” mientras construye un camino de “servidumbre”, pidiendo diversidad al tiempo que censura voces disidentes, exigiendo tolerancia expulsando a piedrazos lo distinto.

En esta sociedad anteriormente descrita, este tipo de ideas se enquistan con mucha facilidad, así como también sus intentos de realización. Es una expresión más de esta crisis.

La ideología, sea del tipo que sea, sólo puede implantarse a través de normas totalitarias.En el caso de la ideología de género, hay una intención de reingeniería tendiente a la desaparición de las categorías varón y mujer (expulsar lo distinto), vestida con un ropaje empático de comprensión, tolerancia y menta abierta, apelando a la no discriminación, a la inclusión y a los derechos humanos.

Como toda ideología, sin raíces hondas, vacía de significación los conceptos y los manipula a su modo.

La primera manipulación la hace sobre el concepto “diferencia”.

La “diferencia”- como se dijo- supone afirmar otro. Sin embargo, enarbolando la bandera de la tolerancia, acepta que “todos somos diferentes” y aquí no parece existir problema. Pero, rápidamente olvida que la diferencia se advierte cuando la razón discrimina, y discriminar es el acto por el cual juzgamos (no punitivamente) y separamos una cosa de otra. En ese sentido, discriminar o distinguir no tienen nada de malo (estarían incluso suponiendo la justicia) y de hecho es el acto que permite, entre otras cosas, reconocer al otro como tal. Y así, es muy curioso ver, como en la construcción simbólica actual, el término discriminación sólo asume su acepción punitiva, desapareciendo su real sentido, siguiendo la lógica de la dictadura de lo igual. En la línea de lo dicho, discriminar, distinguir lo masculino y femenino no se trata de un dogmatismo, sino de una diferencia sexual que responde a la identidad biológica dada (genoma).

Anulando las diferencias, la expulsión de lo distinto supone la “deconstrucción de la diferencia sexual” lo que, consiguientemente conduce a la “construcción de la sexualidad” de acuerdo a los deseos personales.[6]

Para que esta deconstrucción sea exitosa es menester también “deconstruir el lenguaje” y la educación. Cuando el poder logra subvertir el sentido de estas categorías mediante un proceso de doble hermenéutica, lo que consigue es desvirtuar los contenidos de esas categorías hasta que se vuelven funcionales a sus intereses. De aquí, que quienes reproduzcan el discurso lo hagan sin saberlo y hasta creyendo cabalmente que están expresando las ideas adecuadas.

Asistimos a la aparición de un lenguaje cuidadosamente elaborado, de apariencia empática, amable y subyugante: “género” desplazó a “sexo” pues el ser hombre o mujer es una cuestión de roles; el aborto o eliminación del hijo no deseado se reemplazó por el slogan “el cuerpo es mío” (como si el niño en estado fetal fuese un apéndice de la madre o el embrión fuese un conjunto de materia celular. En este sentido la procreación parecería ser un pasaje de una cosa a alguien.  Sin embargo para Maritain, como para el personalismo bioético se trata siempre de un alguien a otro alguien.). La palabra “hombre varón” se elimina por ser potencialmente ofensiva; las expresiones “padre- madre” se reemplazan por “progenitor A y B” (no sólo disolviendo los roles sino la naturaleza que subyace tras ellos); la elección sexual dejó paso al “el estilo de vida”; lo “natural” es algo que está superado; “esposos” pasa a ser “pareja”.

***

Todo lo antedicho sólo puede tener sustento en el reino de lo igual, nada puede existir fuera de lo igual. Todo está incluido en lo igual, en ese gran “todo” sin diferencias, sin discernimiento, sin discriminación. Por esto otro de sus leimotiv es la inclusión.

Según la RAE el verbo “incluir” en su primera y segunda acepción  significa:

  1. tr. Poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro 

desus límites.

  • 2. tr. Dicho de una cosa. Contener a otra, o llevarla implícita.

Claramente incluir no significaconfundir, ya que para poner algo dentro de sus límites o dentro de un conjunto o clase, previamente es necesario juzgar si ese algo cabe allí. Se lo incluye en tanto se tiene en cuenta que en parte pertenece a esa clase o conjunto y en parte es distinto. De lo contrario, estaría forzando ya sea al continente ya sea al contenido a que ocupen un espacio que no les es propio. Y nuevamente, para que esta percepción sea posible tiene que existir el otro en cuanto otro.

La inclusión que promueve la ideología de género es unidereccional y unidimensional, es mezcla, uniformación, falsa igualdad, rayando con el dislate de inventar un lenguaje que anula las diferencias como si con esto alcanzara para incluir (dicho sea de pasotampoco, como lo pregonan,se trata de un lenguaje inclusivo sino de un lenguaje no sexista).

Pero la gramática no es machismo.

El problema no radica en la modificación del lenguaje en sí misma – cosa que a la larga podría darse, por tratarse de estructuras dinámicas propias del devenir histórico- sino en el mal uso de la categoría de la cosa, que no es un uso accidental o arbitrario.

No se trata de cambiar cada letra o por una e. Esta einclusiva se aplica solamente a personas, no a objetos. No se plantea decir le mese, le sille. Se busca no invisibilizar a las personas que se sienten fuera y por eso se habla de todes.Y tras esta aparente consideración del otro, una vez más, el colmo de la paradoja: buscando no invisibilizar se anula totalmente la realidad (única verdad) del otro ser personal.

La auténtica inclusión no se logra cambiando la forma de hablar.

La mala utilización de la categoría “inclusión” en la cuestión del “lenguaje inclusivo” es, por lo tanto, esa operación de doble hermenéutica que pretende vaciar la inclusión de su sentido social y volver a llenarla con un sentido más específico, que es el de género. Lo que el poder logra, por una parte, es la sumisión de la cuestión social hasta su invisibilización, reemplazada por otras cuestiones que no hacen a la lucha por el ingreso nacional y la puja distributiva (…).[7]

La inclusión es una de las funciones esenciales que la sociedad debe desarrollar para garantizar un determinado grado de cohesión y de solidaridad interna, asegurando el justo equilibrio entre las alteridades[8]. La persona debe predisponerse al contacto máximo con la propia identidad y al mismo tiempo abrirse a la contaminación con el otro. El justo estado para la inclusión es la renuncia a la búsqueda de lo puesto y de lo contradictorio como signo de diversidad. La auténtica inclusión no genera falsa tolerancia sino respeto hacia el otro como ser ontológico, único, irrepetible, distinto de mí e igual en dignidad.

            Podríamos seguir enumerando una larga lista de ejemplos de la deconstrucción del “lenguaje inclusivo”. En cualquiera de los casos lo que se repite es el mismo trasfondo: lo que no se nombra no existe.

Pero como si esto no bastase hay algo más: la deconstrucción planteada se vació de educación. Nadie se deconstruye, en tal caso se recrea a partir del bagaje de vivencias y siempre en el contacto con el otro. Y ese recrearse supone crecer. Esta mirada no tiene espacio porque la completa apatía en la que está sumido el sujeto lo único que logrará será una suerte de aberración nihilista postmoderna que lo eyecta hacia la incapacidad de “construir” (unir con), de trabajar su interior.

Lo único existente y auténtico es nuestro yo que ya no se entiende como ser libre (capaz de auto-determinarse) sino como la libertad misma (autonomía absoluta), y en este sentido se convierte en ley propia de caprichos y deseos. Sólo hay espacio para el ejercicio de la libertad sin restricciones, siendo capaz de “construir” de modo totalmente autónomo, sin ninguna restricción (tampoco biológica), el género. Porque no hay ya nada que condicione el sexo, ni la percepción personal o social de la propia sexualidad.

Y aquí otra vez la manipulación.

Promulgando la autonomía absoluta, siguiendo la lógica del imperativo de la contradicción, la ideología de género ataca las libertades individuales del hombre. Tildando de intolerantes, totalitarios y anti- derechos a quienes no la asumen, se valen de otras formas totalitarias para imponerla. No hay ideología de género sin estatismo que se expanda invadiendo las libertades individuales y esto también supone invadir el campo de la educación. Recurriré a un ejemplo muy claro que alguna vez escuché para explicar esto:

Supongamos que un hombre, X, se auto percibe como un superhéroe, que se viste de superhéroe y que quiere subirse a la azotea de un rascacielos para volar como un superhéroe. X puede hacerlo. Lo que no puede hacer X es formar un grupo de personas que se auto-perciban como superhéroes, que obligue al resto a percibirse como superhéroes y a financiarles sus trajes de superhéroes, sus tratamientos para convertir sus cuerpos en los de un superhéroe y adoctrinar a sus hijos para que se construyan, en un futuro, como superhéroes.

            Cuando la referencia al otro desaparece y sólo queda el narcisismo de lo igual, el amor y la vida pierden su contenido quedando reducidos a auto satisfacción y placer. El único referente de la sexualidad somos nosotros, no el otro, y ese otro sólo importa en tanto y en cuanto nos da placer. «Podríamos decir entonces, que la sexualidad se vuelve ahora, “fuerza centrípeta”. Es sexualidad para el consumo del sujeto».[9]

            Alejada de ser relación entre dos personas, el otro como término de la sexualidad deja de ser necesario, para ser reemplazado por el “derecho individual a una sexualidad plena y placentera”.

En una visión distorsionada de lo real donde todo es igual, los conceptos con presentaciones elegantes y eufemísticas están a la orden del día. Alcanza con reparar en una de las ideas que más a flor de labio encontramos en los promotores de esta ideología: el concepto de derecho.

Los derechos humanos nunca fueron un “paraguas” más elegante y aceptado, sin el cual ninguna de estas ideologías revolucionarias tendría éxito en el siglo XXI: ¿quién osaría cuestionar algo que se presenta como un derecho humano?

No puede dudarse el beneficio inmenso que supone para la comunidad internacional un sistema de derechos, pero es por este enorme beneficio que resulta tentador para cualquier ideología apropiarse de él.

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.»[10]

Dice GennaroCurcio, al respecto:

Elegida como un código internacional para decidir cómo comportarse y juzgar a los otros (la Declaración Universal de los Derechos del hombre), hasta su formulación originaria, se proyectó al futuro estructurándose como un camino unitario hacia la constitución de una comunidad cívica mundial que preveía inevitablemente revisiones y correcciones. No como un código cerrado, sino como una lista integrada por las exigencias impuestas por las nuevas condiciones históricas, políticas y tecnológicas y multiculturales.

La actualización requiere una inversión de perspectiva. Si la mitad del siglo pasado se basó en un acuerdo práctico para garantizar la universalidad de los derechos, hoy, a 70 años de distancia, la misma impostación pragmática debe ayudar a considerar el particular. El conocimiento es la garantía de lo universalmente válido, sea cultural, religioso, racial del estado social o del modo de vivir. Mirando el particular, la diversidad, se puede evitar la incomprensión entre pueblos, favorecer la solidaridad entre las personas y garantizar la amistad civil tan querida por Maritain.

La atención al particular conduce a considerar a la persona concreta, en su existencia, en todas las situaciones la caracterizan. De este modo los derechos tutelan realmente al neonato y al niño, al adolescente y al adulto, al trabajador y al desocupado, al enfermo y al inhábil. En la nueva reconfiguración de los derechos, la igualdad no es garantía de la universalidad, sino las diferencias. Tener estos derechos significa, recibir de parte de la sociedad el reconocimiento de la bondad del propio proyecto de vida.

La universalidad de los derechos, de este modo, tiene el objetivo de reunir, de realizar en común y no es un punto de partida o condición preliminar de validez.[11]

La universalidad de los derechos, de este modo, tiene el objetivo de reunir, de realizar en común y no es una condición preliminar de validez. Con estas premisas esta universalidad no degenera en un absolutismo (como pretende hacerlo ver la ideología de género), sino permanece en la acción de comunicar y hacerse entender también por aquellos que no comparten la misma extracción cultural. Los derechos no se presentan jamás como absolutos, sino como históricamente relativos a la naturaleza humana y al modo como el hombre va tomando conciencia de esta ley no escrita, .

Algunas líneas de reflexión

A lo largo de este análisis mi intención fue poner de manifiesto cuál es la raíz de la crisis del siglo XXI y cómo se expresa en uno de los fenómenos más difundidos hoy día en nuestro país, cual es el de la ideología de género. Para dar un cierre a estasobservaciones me gustaría que cada uno de nosotros pudiéramos llevarnos algunas preguntas, cuyas respuestas – seguramente- impliquenal “otro”.

Losdefensores de la ideología de género dirán que no niegan al otro y argumentarán que todo lo que proponen es justamente para visibilizar a ese otro. Pero ¿de qué otro hablan? Si sus acciones están encaminadas a negar las “diferencias naturales” del otro – porque todo es una construcción arbitraria- ¿quiénes ese otro?. Si sus propuestas tienen intención de respetar al otro en su individualidad ¿cómo es posible esto,si para reconocer la individualidad debo hacerlo desde la diferencia que niegan, y para realizar el reconocimiento debo distinguir y juzgar? ¿Cómo es posible tal acto de juzgar si la educación cedió su espacio al adoctrinamiento y todo el bagaje proveniente de él?

Ningún hombre de bien estará de acuerdo en que lo distinto debe ser expulsado en el sentido peyorativo de la palabra. No sólo todas las personas somos iguales ante la mirada del derecho, sino en lo que concierne a nuestra naturaleza y dignidad en tanto creaturas. Esa igualdad contempla las diferencias, propia del hecho de ser únicos e irrepetibles, y es tal diferencia la que supone el reconocimiento del otro en cuanto otro y su no disolución en lo igual. De su misma naturaleza de ser personal es que manan los deberes y derechos y sobre ella que se sustentan el respeto y la tolerancia de ese otro, distinto de mí, pero que en alguna medida, es otro yo. Reconocer esta condición natural no supone ideología, no supone adoctrinamiento sino una tarea larga y dedicada de educación. Es menester educar en el juicio crítico. En el discernimiento. En la diferenciación.

Diría Maritain:

Si la humanidad logra sobreponerse a las terribles amenazas de la esclavitud y deshumanización a las que hoy se enfrenta, anhelará un nuevo humanismo y estará ansiosa de descubrir la integridad del hombre (…) Para corresponder a este humanismo integral deberá promover una educación integral (…) El problema consiste en reemplazar el individualismo pero no por el totalitarismo o el colectivismo de la colmena, sino por una civilización personalista (…).[12]

Sexo biológico, persona, familia, paternidad no son conceptos discriminatorios ni supone lastimar con ellos a quienes no se representan con su sexo biológico.Suprimir estas palabras y los conceptos que residen tras ellas no hacen que una sociedad sea más justa. “Las diferencias entre hombres y mujeres no son por oposición o subordinación, sino por comunión y generación”.[13]

En una sociedad donde el otro se convierte en una abstracción, la persona se reduce a una voluntad y se socava la noción misma de ser humano. El transhumanismo, el post- humanismo o la ideología de género son todos hijos de un mismo dios de naturaleza líquida y libertad absoluta. Sólo una antropología adecuada nos permitirá no caer en la trampa del reduccionismo biológico del transhumanismo y en el rechazo del cuerpo de la ideología de género. Una antropología capaz de contemplar la totalidad del hombre en sus dimensiones, estructuras, en unión con la libertad y en la confrontación con el otro. Un humanismo integral.


*Docente titular de materias del Ciclo Filosófico en la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”.

[1]Han, B.C.: (2016) La expulsión de lo distinto, Herder, p. 8.

[2]Han, B.C.: (2016) La expulsión de lo distinto, Herder, p. 41.

[3]Han, B.C.: (2016) La expulsión de lo distinto, Herder, p. 46.

[4]Deneault, A., La mediocracia, Vincenza, Neri Pozza, 2017, p. 129.

[5]Aquí no estamos hablando de perspectiva de género sino de ideología. La perspectiva es un modo de representación, por ejemplo de un objeto a dibujar sobre una superficie plana dando la idea de posición y situación en el espacio con respecto al ojo del observador. En este sentido, las miradas múltiples acerca de un tema, si algo permiten, es el análisis del objeto acentuando la riqueza aportada por las perspectivas y en diálogo con las otras miradas. Sin embargo, una ideología, no acepta disidencia, se impone por la fuerza, obliga a mirar sólo de un modo y no tiene espacio de diálogo.

[6]El Plan Nacional contra la discriminación del Gobierno Nacional argentino (2006) afirma que “la identidad sexual se construye”. Cfr. P.E.N. Decreto 1086/2006 , p. 107

[7]Rocha, R.:La sutil manipulación del lenguaje y de las categorías revolucionarias en “La Batalla Cultural” https://www.labatallacultural.org/revista-hegemonia/notas/2288/ fecha de acceso 30/9/2016.

[8]Cfr. Parson. Comunità societaria e pluralismo. Le differenzeetniche e religiosenelcomplessodellacittadinanza, a cura di G. Sciortino, Milano, Franco Angeli, 1994, e F. Belvisi, Verso l´inclusione. La teoría delleistituzioni e l’ integrazionesociale mediante ildiritto, Bologna, Clueb, 2012.

[9]Perriaux de Videla, J. (2010) La sexualidad hoy : implicancias antropológicas [en línea]. Buenos Aires, Educa. (Familia, Escuela de Humanidad, n. 4 Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/sexualidad-hoy-implicancias-antropologicas.pdf. [Fecha de acceso 30/9/2019]

[10]Declaración Universal de los derechos Humanos. 

[11]Curcio, G.Etica del dialogo, SocietàEditriceilMulino, Bologna, 2019, p. 99. Trad. propia.

[12]Maritain, J.Por una filosofía de la educación, Obras completas,VII, 873. Traducción propia.

[13]Francisco, Audiencia General, 15 de abril de 2015.